A dónde vas PP?

¿A dónde vas PP?

Casi olvidado ya está aquel PP de hace diez años que negociaba con los sindicatos, pactaba con PNV y Convergencia i Unio y ocupaba un espacio de centro capaz de dinamizar la economía sin atentar contra los intereses de la mayoría... Aznar, cuatro años después, en su segundo mandato con mayoría absoluta, inició un giro hacia la derecha más rancia que sembró intolerancia y crispación... Y fue la presencia activa de España en la guerra de Irak, como consecuencia de las “armas de destrucción masiva” que este país poseía, según mintieron Bush y Aznar, lo que comenzó a generar el rechazo más amplio de la ciudadanía contra esta política... Y perdió las elecciones generales en un contexto de turbación social tras los atentados del 11M, mal explicado y también objeto de una gran mentira, cual fue el intento de endosar a ETA esta masacre para reafirmar así una política que ya era evidente se sustentaba en el engaño... Y, después, lo peor, no asumió la derrota electoral, ni se asumieron las investigaciones sobre el atentado del 11M ni se asumieron las políticas llamadas de Estado practicadas hasta entonces. Todo en pro de conseguir como objetivo único y prioritario el desgaste de Zapatero a costa de lo que fuera. O mejor dicho, todo en pro de conseguir como objetivo prioritario alcanzar nuevamente el gobierno de España a costa de lo que sea.

Tras la “guerra dialéctica” de los estatutos de autonomía, especialmente los de Cataluña y del País Vasco, se vio el filón sociológico-electoral en la apelación a la “Unidad de España” como elemento para cohesionar la movilización de los ciudadanos... los agravios comparativos e históricos reales, y las artimañas para generar una especie de “miedo a la fractura de España”, generaron el caldo de cultivo primario que alimentaba el discurso de la unidad frente a división de la patria común e indivisible; todo en el contexto de una confrontación retórica al más viejo estilo... Salieron las banderas de España y el himno nacional, animados por un visceralismo que todos entendíamos ya superado por la historia contemporánea de los españoles, más abiertos al diálogo, a la tolerancia y al reconocimiento de la pluralidad y la diversidad que al monolitismo del pasado...

Ahora, mientras vemos a diario las incidencias del juicio del 11M, el PP huye de su propia sombra agitando las banderías del miedo, porque es curioso que, tras el miedo inducido hacia una España rota y dividida, como la que según algunos provocara el golpe militar y la guerra civil, ahora se proyecta el miedo al terrorismo de ETA más para crear la conciencia angustiada de quien vive ese miedo que para solucionar el problema del terrorismo. O sea, fíjense, la clave de la estrategia actual del PP está en considerar, igual que algunos medios de la prensa rosa y amarilla, que las vísceras mueven más que la razón, que el miedo es fuente de poder para el que lo crea a costa del que lo padece. Se trata entonces de generar el escenario provocativo desde el miedo, que aprisiona el pensamiento, enturbia la conciencia, disminuye la lucidez y genera actos reflejos a veces agresivos.

Y aparecen las banderas con el águila y el escudo de Falange como signos premonitorios del trayecto que se avecina, ante el cual los demócratas hemos de estar atentos y ser consecuentes en la defensa de la libertad conquistada. Porque ese trayecto, tomando como excusa hoy la prisión atenuada de un preso etarra en huelga de hambre, ha sido visto ya en otras ocasiones, tomando como argumento el rechazo a los inmigrantes, la repulsa a la pluralidad territorial del Estado o cualquier pretexto sobrevenido. O sea, digo, lo importante no son los pretextos, excusas o a veces argumentos. Lo importante por su gravedad viene a ser la siembra interesada, persistente, de un discurso y de una dinámica de concepción ultraconservadora cuyos frutos habrán de ser necesariamente perniciosos para las libertades y para la convivencia ciudadana.

Y señalo dos efectos prácticamente irreversibles que perjudicarán a todos, incluido al propio PP, en el futuro:

El primero es la radicalización visceral de las personas sujetas a la propaganda interesada que estamos soportando últimamente. Esto es fácil de generar, pero es muy difícil frenar o reconducir. Aquellas personas que quedan vinculadas en un plano emocional y que perdiendo el sentido de las cosas caen en el insulto, en la agresión, o en la intolerancia, son simplemente ciudadanos que un día recibieron un mensaje con buena fe y lo hicieron suyo sin más capacidad de análisis y crítica; fe ciega se llama. Cuando llegue el día en que resulte necesario modificar esas conductas u orientar esas actitudes, será muy difícil conseguirlo con una parte de ellos, pues se verán engañados...

Lo segundo es que, pasado el tiempo, y una vez el PP consiga llegar al Gobierno de España, pretenderá realizar una política de centro y habrá de moderar su discurso para hacerlo más amplio y receptivo a las mayorías... Puede que, entonces, amplios sectores que le sirvieron de arietes para lograr con su radicalismo visceral el poder, consideren que el nuevo cambio de rumbo es inaceptable y formen un nuevo grupo político de carácter ultraconservador, con esos perfiles de intolerancia, xenofobia etc que hemos visto en Austria, Francia o Italia... Así, el PP habrá cavado su propia tumba porque esos sectores serán polo de atracción que se nutrirá del electorado del PP; o sea, a costa de la pérdida electoral del PP... ya fragmentado por su ala derecha. Es una hipótesis, pero ha ocurrido en otros países...

Es para pensarlo antes de proseguir con esta escalada política sin sentido de banderas llenas de águilas, yugos y flechas...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece un analisis perfecto de la realidad a que nos enfrentamos, creo que el pp debe poner el freno ya, pues estan bastante desbocados y lo malo va a ser parar, ki digo por el bien de todos. Mi enhorabuena por su articulo.