Carnavales
Salimos al paso de aquél RIP, recientemente publicado, en el que alguien se hacía eco de no sabemos qué historia mediante la cual a lo mejor el carnaval de Carmona este año iba a quedar huérfano de padre y madre. Pienso que quien escribió el epitafio lo hizo más bien como revulsivo que como presagio, o sea, que lanzó el bulo para ver qué pasaba. Pues habrá visto que no ha pasado gran cosa, desgraciadamente, aunque, eso sí, en el mundo del carnaval ese artículo sentó bastante mal, pasando su autor a ser conocido como “el enterraor” para más señas, por su precipitado intento de pasar página a una de las fiestas más entrañables de nuestra Ciudad.
Pero no seamos triunfalistas. El Carnaval, progresivamente, va perdiendo peso. La fiesta del carnaval necesita un empuje especial por parte de los carmonenses si no queremos que quede como una reliquia en extinción paulatina, cobrando vida efímeramente en el escenario de un Teatro durante unos días. Las Agrupaciones participantes van a menos. El desfile no acaba de llenar las calles. Los disfraces brillan por su ausencia. ¿Qué hacer?…
Primero, es de vital importancia asumir que el Carnaval es una fiesta popular, es decir, quien la hace es el pueblo. Por mucho que el Ayuntamiento gaste con austeridad o dispendio en esta fiestas, desde el poder no se va a revitalizar esta celebración que nace precisamente desde el pueblo y contra el poder, desde las gentes y contra los cánones morales. Por ello, se hace imprescindible un llamamiento realizado por los propios aficionados al carnaval a todos los carmonenses, para que participen, se disfracen y contribuyan con su entusiasmo a que la fiesta sea un éxito. De lo contrario, irá menguando la sonrisa de la máscara más antigua de la Provincia de Sevilla.
Segundo, el secreto está en el tiempo. Mientras los demás estamos centrados en otros menesteres, llevan meses ensayando grupos de personas, se están diseñando carrozas y escenarios, se plantean discusiones sobre el lugar más adecuado para el desfile o la colocación de la carpa… Paralelamente, deberíamos estar otras tantas personas preparando disfraces, que no se hacen en un día, organizando grupos de amigos o pandillas para formar el jaleo colectivo, las letras mudas, los cantes improvisados y la participación de toda la familia y los amigos en el desfile… Ocurre que, de pronto, nos enteramos que el desfile es mañana, o que el concurso empieza ya y no teníamos preparado nada. Es decir, nos ha cogido el toro.
Tercero, por decir tres cosas solamente, y más importante, debemos tener humor para afrontar la vida, reírnos de nosotros mismos, relativizar los malos humores, hacer de la crítica una melodía desafinada, de la amistad un pasodoble. Aparecer públicamente sin ser conocido para no conocer tampoco a los demás… porque en el fondo ¡qué difícil es conocernos cada cual!, disfrutar de la Ciudad, del Real de la Feria, del Paseo, de la Alameda, de la Plaza de Abastos o de los lugares que sean, porque son nuestros ámbitos de la vida cotidiana y, por casualidades de la vida, tenemos espacios grandiosos de sobra para acoger todas las fiestas que existan…
Pero, sobre todo, si en estos días, a semanas vista, los carmonenses permanecen indiferentes al devenir de su carnaval, si ni siquiera se lo cuentan a sus hijos, si no son capaces ni de coger el traje de la abuela… entonces hemos perdido un trozo de nuestra historia y de nuestra identidad… Y no podremos echarle la culpa a nadie.
Salimos al paso de aquél RIP, recientemente publicado, en el que alguien se hacía eco de no sabemos qué historia mediante la cual a lo mejor el carnaval de Carmona este año iba a quedar huérfano de padre y madre. Pienso que quien escribió el epitafio lo hizo más bien como revulsivo que como presagio, o sea, que lanzó el bulo para ver qué pasaba. Pues habrá visto que no ha pasado gran cosa, desgraciadamente, aunque, eso sí, en el mundo del carnaval ese artículo sentó bastante mal, pasando su autor a ser conocido como “el enterraor” para más señas, por su precipitado intento de pasar página a una de las fiestas más entrañables de nuestra Ciudad.
Pero no seamos triunfalistas. El Carnaval, progresivamente, va perdiendo peso. La fiesta del carnaval necesita un empuje especial por parte de los carmonenses si no queremos que quede como una reliquia en extinción paulatina, cobrando vida efímeramente en el escenario de un Teatro durante unos días. Las Agrupaciones participantes van a menos. El desfile no acaba de llenar las calles. Los disfraces brillan por su ausencia. ¿Qué hacer?…
Primero, es de vital importancia asumir que el Carnaval es una fiesta popular, es decir, quien la hace es el pueblo. Por mucho que el Ayuntamiento gaste con austeridad o dispendio en esta fiestas, desde el poder no se va a revitalizar esta celebración que nace precisamente desde el pueblo y contra el poder, desde las gentes y contra los cánones morales. Por ello, se hace imprescindible un llamamiento realizado por los propios aficionados al carnaval a todos los carmonenses, para que participen, se disfracen y contribuyan con su entusiasmo a que la fiesta sea un éxito. De lo contrario, irá menguando la sonrisa de la máscara más antigua de la Provincia de Sevilla.
Segundo, el secreto está en el tiempo. Mientras los demás estamos centrados en otros menesteres, llevan meses ensayando grupos de personas, se están diseñando carrozas y escenarios, se plantean discusiones sobre el lugar más adecuado para el desfile o la colocación de la carpa… Paralelamente, deberíamos estar otras tantas personas preparando disfraces, que no se hacen en un día, organizando grupos de amigos o pandillas para formar el jaleo colectivo, las letras mudas, los cantes improvisados y la participación de toda la familia y los amigos en el desfile… Ocurre que, de pronto, nos enteramos que el desfile es mañana, o que el concurso empieza ya y no teníamos preparado nada. Es decir, nos ha cogido el toro.
Tercero, por decir tres cosas solamente, y más importante, debemos tener humor para afrontar la vida, reírnos de nosotros mismos, relativizar los malos humores, hacer de la crítica una melodía desafinada, de la amistad un pasodoble. Aparecer públicamente sin ser conocido para no conocer tampoco a los demás… porque en el fondo ¡qué difícil es conocernos cada cual!, disfrutar de la Ciudad, del Real de la Feria, del Paseo, de la Alameda, de la Plaza de Abastos o de los lugares que sean, porque son nuestros ámbitos de la vida cotidiana y, por casualidades de la vida, tenemos espacios grandiosos de sobra para acoger todas las fiestas que existan…
Pero, sobre todo, si en estos días, a semanas vista, los carmonenses permanecen indiferentes al devenir de su carnaval, si ni siquiera se lo cuentan a sus hijos, si no son capaces ni de coger el traje de la abuela… entonces hemos perdido un trozo de nuestra historia y de nuestra identidad… Y no podremos echarle la culpa a nadie.
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