Sor Ángela y sus hermanas

Sor Ángela y sus hermanas

No se extrañen ustedes que dedique, terminando el año 2004, unas líneas a Sor Ángela de la Cruz. Puede que Carmona lleve en sus calles escritas las humildes y silenciosas pisadas de unas mujeres que se han hecho nuestras a base de darlo todo sin pedir para ellas nada a cambio; pero aún quedan sueltos los ecos de la canonización y de los proyectos para plasmar en un espacio un recuerdo y un reconocimiento que siguen sin hacerse realidad.

El que esté libre de culpa que tire la primera piedra, pero con la misma nostalgia que Juan Grande un día, caminito de Marchena, dijo adiós a Carmona para encontrar un lugar donde ejercer la solidaridad con su prójimo más cercano, las hermanas del convento de la Concepción están a punto también de despedirse en el sigilo del olvido y con el peso de la melancolía para tomar caminito del Aljarafe y desde allí continuar rezando, seguramente por muchos de los carmonenses que ni siquiera han pensado en hacerle un acto de despedida, como hermanas que son. De la misma manera que Salud Orellana quizás vea por fin su capilla, su torre mirador y su tejados rehabilitados, alguien debe reivindicar su memoria llena de inteligencia y de saber hacer... aquí, en Carmona, con todas las hermandades y cofradías y con los vecinos que la hubiesen conocido, desde Santa Clara y como franciscana.

Cualquiera diría que Juan Corbones va a emprender una cruzada en defensa del clero en los comienzos del tercer milenio en la España laica. También podría decirse, por el contrario, que va lanzando dardos envenenados a cuantos en el rezo y en las procesiones se santiguan e imploran por su salud y sus perentorias necesidades, olvidando a quienes, de manera anónima, han lanzado a la atmósfera común del pensamiento oraciones o deseos de bien para todos, por no decir a quienes han limpiado culos llenos de mierda y amortajado muertos en la cama. Todo cabe en el libre pensamiento. Pero lo cierto y verdad es que, por encima de las creencias particulares, está la justicia. Y no es justo que Sor Ángela quede como asignatura pendiente de una Comisión que nadie sabe lo que piensa o le dejan hacer, y que, mientras tanto, un hueco espere ser cubierto por un proyecto que ha de ser el mejor que la Ciudad pueda ofrecer a las Hermanas de la Cruz, incluso al margen de sus propias peticiones, que por natural pobreza y humildad siempre serán tan austeras e ínfimas que la razón de las cosas de hoy podría calificar de muy inferiores a la calidad que todos piensan que se merece nuestra santa y sus hermanas por sus obras.

Queda así planteado para que quienes recojan el guante, o se sientan aludidos, reaccionen debidamente, dando lugar a que la sociedad civil carmonense sea la protagonista de la acción de gratitud, por encima de las autoridades eclesiales, pues baste recordar que la propia Ángeles Guerrero González hubo de fundar su propio convento porque no pudo entrar por motivos de salud en las Carmelitas Descalzas y poco duró en las hijas de la Caridad, decidiendo, por ella misma, tras sus experiencias en la oleada de cólera que azotó Sevilla en 1865, ocuparse de los “desechos de la humanidad”, familias hacinadas en los corrales de vecindad, con aquella frase “ya que le ha fallado ser monja en el convento, será monja fuera”... Pues desde “afuera” ha de salir el latido de amor a ella, a sus hermanas, a las concepcionistas franciscanas en una digna y clamorosa despedida para que vuelvan y a la madre Salud Orellana. Porque “afuera” estamos todos, incluida la propia Iglesia, que como decía San Pablo en su epístola a los atenienses. “El Dios que hizo al mundo y a cuantas cosas hay en él, y que, siendo Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos fabricados por la mano del hombre, puesto que en Él vivimos, somos y nos movemos, como muchos de vuestros poetas han dicho”.

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