El tráfico en Carmona
Ha comenzado la nueva andadura del gobierno municipal recién estrenado y es de lógica pensar que, en estricta justicia y antes de exigir soluciones a los problemas que tenemos, hay que dar un tiempo para que los responsables de llevarlas a cabo piensen, estudien y consulten sobre el tema. Con esa intención, lo que este Observatorio pretende es ser una opinión más entre las que podrían tenerse en cuenta.
El tráfico en una ciudad tiene tres elementos básicos: los vehículos que circulan, los espacios por donde se transita o se aparca y los conductores. Una obviedad, claro, pero importante tenerla en cuenta para sistematizar los problemas existentes y las posibles soluciones.
Los vehículos registrados o en circulación en Carmona son cerca de diez mil, sin contar las motocicletas que serán cerca de cinco mil. Partiendo de este dato podemos ya tener claro que el volumen que ocupan en la ciudad excede con mucho la realidad de los espacios disponibles; es decir, sólo en el caso hipotético e imposible de que todos los vehículos circularan constantemente y sin parar podríamos entender que la circulación fuese fluida, siempre que los circuitos del recorrido no tuviesen interrupciones, lo que también sería absurdo. O sea, el problema del tráfico viene dado por la enorme cantidad de vehículos existentes; por eso, con la actual mentalidad del uso del coche, no hay ciudad ajena a los atascos y al infierno del tráfico. La solución a este problema es inviable, salvo que se pongan medidas seriamente restrictivas al uso del vehículo en determinadas zonas.
Las calles y aparcamientos existentes son los que conocemos. Una ciudad, en su casco histórico, diseñada y conformada por culturas de hace siglos, cuando no existían automóviles, no puede de ninguna manera soportar la ingente cantidad de vehículos que pasan por sus calles; en este ámbito habría que ser tremendamente claro y peatonalizar todo el centro histórico, dando paso solamente, y de forma restrictiva –es decir, sin permitir abusos- a los residentes y a los vehículos de servicios y provisión de mercancías para los comercios, éstos a horas muy definidas sin consentir desviaciones interesadas. De la misma manera, en cuanto a los aparcamientos en el centro histórico, deberían erradicarse los existentes junto a los monumentos emblemáticos, en la Plaza de San Fernando y otras calles adyacentes. Para ello hay que ofertar un aparcamiento cercano, en los aledaños del Arbollón, por ejemplo, donde vayan a parar todos los vehículos que lleguen de otras zonas y los propios residentes del casco histórico que no tengan cocheras o espacios propios; este es el coste que deben tener los residentes del centro histórico más hermoso de Andalucía.
El aparcamiento del Paseo del Estatuto ha sido un fracaso por la desidia generalizada que llega a preferir, de forma indignante, aparcar encima de las aceras o en la zona de estacionamiento del transporte público de viajeros, antes que gastarse medio euro y hacerlo en un espacio destinado a tal fin. Por ello, en estos espacios amplios no cabe otra solución que zona azul arriba para disuadir a los conductores de esas prácticas incívicas y facilidades máximas para aparcar en el subterráneo. Y multas sin miramientos. En el resto de la Ciudad debería tenerse en cuenta algunos puntos conflictivos, como el Paseo de San Antón y los aparcamientos indebidos en doble fila, que deben eliminarse poniendo este Paseo en una sola dirección para ensanchar sus acerados, porque está claro, que en esta lucha desigual entre el coche y el peatón, hay que dar siempre las facilidades a éste, para que camine tranquilamente y sin sobresaltos; es una cuestión de principio, concepto o criterio sobre el que debemos partir para aplicarlo de forma generalizada. O la calle Real, que debería peatonalizarse entera, o parcialmente hasta el bar Tota, y apostar por su salida y desarrollo comercial con todas las consecuencias, aprovechando su desembocadura en el Paseo con su aparcamiento. El eje comercial c/ Real - c/ San Pedro es una posibilidad muy factible y rentable si los comerciantes de la zona lo asumen con decisión. De la misma manera, es esencial mejorar o terminar las rondas de circunvalación para que el tráfico pesado y todo el afectado, pueda derivarse por ellas sin necesidad de que atraviese el casco urbano.
Y, finalmente, los conductores. Está estudiado que no son personas en sentido estricto. Un conductor es una persona vinculada a un vehículo; es un ser híbrido que se transforma, a veces en un energúmeno, en algo blindado con carrocería y dotado de claxon para molestar a toda la ciudad. Todo el que haga ruido, especialmente las motocicletas, debe ser retirado de la vía pública, con los medios legales posibles. Y todo el que, dejando de ser persona, se empecine en ocupar violentamente el espacio público, aparcando en lugares prohibidos, conduciendo temerariamente, impidiendo el paso de las personas… ha de encontrarse enfrente otro ser de similares características: la grúa. Y todo esto, claro está, con la actuación diligente y la presencia física y real, activa y profesional de los policías locales de Carmona que han de cumplir con su obligación.
Ha comenzado la nueva andadura del gobierno municipal recién estrenado y es de lógica pensar que, en estricta justicia y antes de exigir soluciones a los problemas que tenemos, hay que dar un tiempo para que los responsables de llevarlas a cabo piensen, estudien y consulten sobre el tema. Con esa intención, lo que este Observatorio pretende es ser una opinión más entre las que podrían tenerse en cuenta.
El tráfico en una ciudad tiene tres elementos básicos: los vehículos que circulan, los espacios por donde se transita o se aparca y los conductores. Una obviedad, claro, pero importante tenerla en cuenta para sistematizar los problemas existentes y las posibles soluciones.
Los vehículos registrados o en circulación en Carmona son cerca de diez mil, sin contar las motocicletas que serán cerca de cinco mil. Partiendo de este dato podemos ya tener claro que el volumen que ocupan en la ciudad excede con mucho la realidad de los espacios disponibles; es decir, sólo en el caso hipotético e imposible de que todos los vehículos circularan constantemente y sin parar podríamos entender que la circulación fuese fluida, siempre que los circuitos del recorrido no tuviesen interrupciones, lo que también sería absurdo. O sea, el problema del tráfico viene dado por la enorme cantidad de vehículos existentes; por eso, con la actual mentalidad del uso del coche, no hay ciudad ajena a los atascos y al infierno del tráfico. La solución a este problema es inviable, salvo que se pongan medidas seriamente restrictivas al uso del vehículo en determinadas zonas.
Las calles y aparcamientos existentes son los que conocemos. Una ciudad, en su casco histórico, diseñada y conformada por culturas de hace siglos, cuando no existían automóviles, no puede de ninguna manera soportar la ingente cantidad de vehículos que pasan por sus calles; en este ámbito habría que ser tremendamente claro y peatonalizar todo el centro histórico, dando paso solamente, y de forma restrictiva –es decir, sin permitir abusos- a los residentes y a los vehículos de servicios y provisión de mercancías para los comercios, éstos a horas muy definidas sin consentir desviaciones interesadas. De la misma manera, en cuanto a los aparcamientos en el centro histórico, deberían erradicarse los existentes junto a los monumentos emblemáticos, en la Plaza de San Fernando y otras calles adyacentes. Para ello hay que ofertar un aparcamiento cercano, en los aledaños del Arbollón, por ejemplo, donde vayan a parar todos los vehículos que lleguen de otras zonas y los propios residentes del casco histórico que no tengan cocheras o espacios propios; este es el coste que deben tener los residentes del centro histórico más hermoso de Andalucía.
El aparcamiento del Paseo del Estatuto ha sido un fracaso por la desidia generalizada que llega a preferir, de forma indignante, aparcar encima de las aceras o en la zona de estacionamiento del transporte público de viajeros, antes que gastarse medio euro y hacerlo en un espacio destinado a tal fin. Por ello, en estos espacios amplios no cabe otra solución que zona azul arriba para disuadir a los conductores de esas prácticas incívicas y facilidades máximas para aparcar en el subterráneo. Y multas sin miramientos. En el resto de la Ciudad debería tenerse en cuenta algunos puntos conflictivos, como el Paseo de San Antón y los aparcamientos indebidos en doble fila, que deben eliminarse poniendo este Paseo en una sola dirección para ensanchar sus acerados, porque está claro, que en esta lucha desigual entre el coche y el peatón, hay que dar siempre las facilidades a éste, para que camine tranquilamente y sin sobresaltos; es una cuestión de principio, concepto o criterio sobre el que debemos partir para aplicarlo de forma generalizada. O la calle Real, que debería peatonalizarse entera, o parcialmente hasta el bar Tota, y apostar por su salida y desarrollo comercial con todas las consecuencias, aprovechando su desembocadura en el Paseo con su aparcamiento. El eje comercial c/ Real - c/ San Pedro es una posibilidad muy factible y rentable si los comerciantes de la zona lo asumen con decisión. De la misma manera, es esencial mejorar o terminar las rondas de circunvalación para que el tráfico pesado y todo el afectado, pueda derivarse por ellas sin necesidad de que atraviese el casco urbano.
Y, finalmente, los conductores. Está estudiado que no son personas en sentido estricto. Un conductor es una persona vinculada a un vehículo; es un ser híbrido que se transforma, a veces en un energúmeno, en algo blindado con carrocería y dotado de claxon para molestar a toda la ciudad. Todo el que haga ruido, especialmente las motocicletas, debe ser retirado de la vía pública, con los medios legales posibles. Y todo el que, dejando de ser persona, se empecine en ocupar violentamente el espacio público, aparcando en lugares prohibidos, conduciendo temerariamente, impidiendo el paso de las personas… ha de encontrarse enfrente otro ser de similares características: la grúa. Y todo esto, claro está, con la actuación diligente y la presencia física y real, activa y profesional de los policías locales de Carmona que han de cumplir con su obligación.
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