Las campañas de la madrugá


Las campañas de la madrugá

Tempranito andamos con las campañas de algunos, ya electorales, aunque falten bastantes meses para el día del juicio de los comicios. Es cierto que quien gobierna no necesita comenzar tan pronto, y también que quien quiera darse a conocer, si es un desconocido, necesita más tiempo. Es la primera clave, decir “aquí estoy yo”, y dar vueltas por algunos barrios y hacerse de vez en cuando alguna foto con ese vecino que se presta aunque vuelto de espaldas. Si no se mide bien el tiempo y el desconocido llega a ser demasiado conocido, puede ser contraproducente; el tiempo todo lo arregla o lo desarregla. Hasta aquí, todo es legítimo, normal, es a lo que estamos acostumbrados...

Suele ocurrir que para expresar ese “aquí estoy yo”, algunos, en sus campañitas, suelen decir “Ya está bien de jugar con los carmonenses y de tomarnos el pelo como si fuésemos analfabetos” “No les da vergüenza gobernar de esta forma tan chabacana, tan bananera, tan descaradamente mal?”, porque, en segundo lugar, tras identificarse hay que diferenciarse de los otros, que lo hacen rematadamente mal, no construyen piscinas, sino bañeras, no han arreglado ni limpiado calles ni plazas, sino que las tienen abandonadas, y los vecinos protestan y se quejan por ello... en cambio uno, uno no engaña a nadie, sino que tras escuchar en silencio a los vecinos que “han volcado las iras acumuladas”, “toma la palabra suave, sonora, convincente, rumorosa...” Naturalmente, la palabra rumorosa es por los rumores infundidos.

Es curioso, pero en muchas ocasiones las campañas no pasan de ahí, de esos dos puntos mencionados: “aquí estoy yo” y “que mal lo hacen los otros”. Lo que pasa es que hasta para esta acción tan simple hay que tener un cierto decoro, una estética diríamos creíble. Qué pensarían ustedes por ejemplo si un candidato dijese y escribiese de sí mismo esto: “Mi voz recorre los barrios de Carmona. Cuando llego a un barrio apenas se me ve porque soy uno más entre todos. De pronto, me paro aquí, allá, hablo con éste, con aquél, con el de más allá. Se corre el rumor (otra vez la rumorología). Los vecinos salen incrédulos, a la plaza de su barrio. Preguntan quién es ese. Yo me acerco a ellos y les ofrezco mi mano abierta y sincera...”. Es decir, cuando la vanidad desborda la propia acción, convierte la narración en una caricatura, muestra a la gente como extraída de leyendas medievales y el texto casi pide que alguien diga al final: “milagro, milagro”. Y el que escribe esas frases entrecomilladas que aquí mencionamos, frases textuales de propaganda publicada, es el mismo que se siente tratado como si fuera un analfabeto... ¿Es creíble ni siquiera para sus propios compañeros este estilo narcisista?

Por otra parte, los otros no pueden ser tan malos, tan malvadamente crueles ni gobernar con tan “increíble desidia, dejadez e inoperancia”. Claro, si algo se arregla es porque se aproximan las elecciones, si no se arregla es porque son unos incapaces. Los condenamos de todas maneras: o son oportunistas o son inútiles... ¿Es creíble este estilo, este análisis de la realidad?

Luego, casi con toda certeza porque vienen haciéndolo así desde hace tiempo, hablarán de los problemas de la juventud, del desempleo, de la vivienda, de la seguridad ciudadana... Y curiosamente, quienes comparten esa ideología neoliberal que apuesta por el llamado libre mercado y el máximo beneficio como filosofía de la vida, quienes así defienden las privatizaciones de los servicios públicos y la primacía de la bolsa y quienes, por todo ello, saben que esa lógica conduce a la competitividad, a la precariedad laboral, al desempleo juvenil, a la especulación del suelo y a la carestía de la vivienda, resulta que tienen la desfachatez de criticar los efectos del sistema que defienden globalmente. O sea, una vela a dios y otra al diablo, hasta que se les descubra el juego. Hoy visitaré los barrios para darles la mano y mañana hablaré de mis negocios... Hoy estaré en un acto recordando a un alcalde de la segunda república y mañana diré que pedir la tercera es anticonstitucional. Hoy una charla política y mañana me gustaría dar el pregón de reyes. Hoy pan y mañana tortas.

Entonces, cuando llegue el día de las escobas que barren las palabras inútiles, huecas, dichas para ser oídas sólo por quien las pronuncia, muchas frases entrarán en los contenedores de la basura para ser recicladas y convertidas en sonidos del silencio, en los renglones del olvido... quizás eso sirva también para que no se pierdan las amistades ni las buenas costumbres.

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