Génesis del descontento



Génesis del descontento

Con frecuencia observamos el descontento latente de mucha gente, a pesar de que en apariencia han tenido bastante suerte en esta vida. También, por el contrario, vemos a personas que viven muy estrechamente y parecen ser casi felices. En resumen, hay quienes no se conforman con nada y quienes están conformes con todo.

Siguiendo este símil, hay ciudades que llevan un trajín diario de actividad y avance porque aspiran a superarse y se les nota pujantes, disconformes con las limitaciones propias y prestas a embarcarse en proyectos de futuro. Otras, sin embargo, parecen dormidas y resignadas, contemplando cómo pasa el tiempo y esperando que la fortuna les caiga del cielo. ¿Con cuál de los dos arquetipos se queda usted a la hora de valorar a nuestra Ciudad de Carmona?…

Evidentemente, una Ciudad no es una persona. Y no podemos encasillar una sociedad entera en un perfil definido. Pero, sociológicamente, las dinámicas del conjunto dan una personalidad global que sí caracteriza una comunidad, aunque ésta sea plural y diversa. Así, por ejemplo, El Viso del Alcor, presionado por la escasez de su territorio, generó una cultura comercial, de buscavidas, que le da una singularidad. Otras ciudades, muy distantes de la capital, hubieron de propiciar su oferta interna de bienes y servicios para satisfacer a sus ciudadanos que no podían trasladarse a la metrópoli para realizar sus compras. En cambio, Carmona, poseedora de un término tan enorme repartido entre pocas manos, parece que esperaba desarrollarse a partir de su propia despensa sin darse cuenta de que la historia se escribe caminando, o sea, con el empeño y afán propios.

Quien más valora lo que tiene es quien más esfuerzo ha hecho por conseguirlo. Si Carmona concibe su valor en el legado cultural recibido, pero no en su propia capacidad para desarrollarlo, Carmona no llegará a ninguna parte. Si hubo un tiempo en el que los grandes propietarios del negocio del transporte con bestias consiguieron evitar que el ferrocarril pasara por Carmona, es posible que los actuales propietarios de administrar la miseria permanente de la falta de iniciativa consigan igualmente que otros trenes pasen lejos de Carmona. Esa es la gran batalla silenciosa que se libra en nuestra Ciudad, sin que nos demos cuenta que cada día hay un pulso entre el pasado y el futuro. El pasado, mientras más glorioso peor, nos atrae fatalmente a la nostalgia y el tiempo deja de existir como valor potencial para convertirse en testimonio de un recuerdo heredado, es decir, un eco de una vida perdida, una parálisis del ser. Quienes juegan con ese sentimiento, abrazando esa apatía como forma de instalarse en la comodidad, asegurándose la inercia de las actitudes y de los votos, están traicionando el futuro de la Ciudad, a base de alimentar una autocomplacencia tan corta de miras como escasa de resultados reales. Así, nunca llegará el día en el que Carmona tenga como alcalde un carmonense; y esto, aunque parezca un concepto excluyente, lo único que quiere decir es que hay que despertar una conciencia diferente de implicación que supere los cotilleos de los aledaños del teatro Cerezo y del Paseo del Estatuto para dar cabida simplemente a la razón y al compromiso con el futuro.

Pero ganarse el futuro es muy diferente. Se trata de arriesgar parte de lo que se tiene en el presente para conseguir un cambio, o lo que es lo mismo, se trata de convertir el descontento en creatividad. Porque, fíjense que paradoja, el descontento en Carmona surge también como expresión de incomodidad ante los cambios; muchas personas desean seguir como estaban, aún reconociendo sus deficiencias, antes que percibir las molestias que cualquier evolución plantea. Y, así, cualquier cosa que se haga será objeto de una crítica simplemente porque modifica la situación anterior a la que se habían adaptado resignadamente durante años. Quienes se hacen cómplices de esta actitud retardataria, que en el fondo propone un estancamiento perpetuo de la Ciudad, también son protagonistas del cortejo fúnebre de sus propias ideas, vayan éstas revestidas como sea.

El descontento no creativo se hace rémora de la iniciativa y del progreso. Es el no ofuscado que se repite tan monótono como falto de contenido. Quien más actúe más se equivocará, por lógica natural; por tanto, si queremos avanzar más predispuestos hemos de estar a asumir errores, porque sólo caminando se hace camino. El descontento no puede servir para alimentar el conformismo, de lo contrario la espiral no terminará nunca, pues si andamos descontentos por la situación que vivimos y, al mismo tiempo, también estamos descontentos si intentamos cambiarla, nunca vamos a estar contentos de verdad, lo que es, en términos vitales, una auténtica tragedia.









No hay comentarios: