Cine y futuro
En estos días, Carmona ha sido sede de un festival de cine. Quizás, en vez de “carmonafilmfest”, le debían haber llamado sencillamente festival de cine, pero vete a saber los motivos para bautizarlo con tan rebuscado nombre. Más interesante, eso sí, han salido sus apellidos “documentales de arqueología y patrimonio”, porque pocos habrá que así se llamen y se realicen en ciudades como la nuestra. Pero eso tampoco me importa mucho. Más me estimulan otras interrogantes: ¿otra actividad? ¿otro proyecto?. Porque si se trata de una actividad simplemente, es decir, proyectar unas películas, unos cortos o unos documentales, pues bien, pero eso lo podemos hacer todos los fines de semana…
He asistido al festival en la medida que otras ocupaciones me lo han permitido. No sabía que Pancho Villa había firmado una exclusiva de cine para difundir su revolución, ¡un adelantado!. Me ha hecho reflexionar profundamente ver cómo un niño “inocente” contemplaba morir a un amigo suyo, con el alma fría del futuro psicópata. O cómo, en un patio, una maceta cualquiera hacía justicia sobre la cabeza de un especulador. Muy interesante la denuncia de la destrucción del casco histórico de Bucarest. Ha sido espectacular ver los montajes y mentiras de la guerra de Irak, del golpe de estado en Venezuela, o de la vida cotidiana inmersa en el miedo y la violencia de la gran América. Y verdaderamente impresionante el “sueño de una mujer despierta”, alegato contra el maltrato.
He visto, como todos, en los periódicos o en la Televisión, a Carmen Sevilla, a Romero Marchent y también a personas de Jordania, Alemania, México, Venezuela, Italia, Perú… ¡Cada vez somos más cosmopolitas, patrimonio de todos, esto es de la Humanidad!.
Pero lo que más me ha sorprendido, ha sido ver a los niños delante de una enorme pantalla disfrutando con el cine mudo alemán de Karl Valentin. Estos niños nuestros, próximos mozalbetes que reivindicarán su moto para circular por nuestras calles, con tantos dibujos animados japoneses, juegos de video mortales, y películas de violencia a sus espaldas. Niños que, entre ellos seguramente algunos habrá, al conectar con otro mundo de imágenes y de gestos, de creatividad y expresión, de risa y de nostalgias, sin colorines ni efectos especiales; al entrar en otra dimensión sin gritos ni ruidos estridentes, es posible que hayan sentido en su interior el liviano peso de una semilla, llamada arte, que algún día al florecer, permitirá otra sensibilidad y otra comprensión de la vida, lejana de la guerra y de las agresiones, diferente a la consabida de la competitividad y del impacto. Esos niños puede que, mañana, recuerden el festival como un día distinto, para un concepto distinto también del cine.
Y entonces, Carmona, ciudad del cine, plató natural para directores y artistas, podrá recordar igualmente que inició un proyecto, realmente de película, con un argumento plagado de las mejores intenciones y unos actores, los propios carmonenses, que lograron por la vía de la ficción conseguir lo que la cruda realidad cotidiana de las porras y de las multas no había conseguido. ¡Maravilloso guión!.
En estos días, Carmona ha sido sede de un festival de cine. Quizás, en vez de “carmonafilmfest”, le debían haber llamado sencillamente festival de cine, pero vete a saber los motivos para bautizarlo con tan rebuscado nombre. Más interesante, eso sí, han salido sus apellidos “documentales de arqueología y patrimonio”, porque pocos habrá que así se llamen y se realicen en ciudades como la nuestra. Pero eso tampoco me importa mucho. Más me estimulan otras interrogantes: ¿otra actividad? ¿otro proyecto?. Porque si se trata de una actividad simplemente, es decir, proyectar unas películas, unos cortos o unos documentales, pues bien, pero eso lo podemos hacer todos los fines de semana…
He asistido al festival en la medida que otras ocupaciones me lo han permitido. No sabía que Pancho Villa había firmado una exclusiva de cine para difundir su revolución, ¡un adelantado!. Me ha hecho reflexionar profundamente ver cómo un niño “inocente” contemplaba morir a un amigo suyo, con el alma fría del futuro psicópata. O cómo, en un patio, una maceta cualquiera hacía justicia sobre la cabeza de un especulador. Muy interesante la denuncia de la destrucción del casco histórico de Bucarest. Ha sido espectacular ver los montajes y mentiras de la guerra de Irak, del golpe de estado en Venezuela, o de la vida cotidiana inmersa en el miedo y la violencia de la gran América. Y verdaderamente impresionante el “sueño de una mujer despierta”, alegato contra el maltrato.
He visto, como todos, en los periódicos o en la Televisión, a Carmen Sevilla, a Romero Marchent y también a personas de Jordania, Alemania, México, Venezuela, Italia, Perú… ¡Cada vez somos más cosmopolitas, patrimonio de todos, esto es de la Humanidad!.
Pero lo que más me ha sorprendido, ha sido ver a los niños delante de una enorme pantalla disfrutando con el cine mudo alemán de Karl Valentin. Estos niños nuestros, próximos mozalbetes que reivindicarán su moto para circular por nuestras calles, con tantos dibujos animados japoneses, juegos de video mortales, y películas de violencia a sus espaldas. Niños que, entre ellos seguramente algunos habrá, al conectar con otro mundo de imágenes y de gestos, de creatividad y expresión, de risa y de nostalgias, sin colorines ni efectos especiales; al entrar en otra dimensión sin gritos ni ruidos estridentes, es posible que hayan sentido en su interior el liviano peso de una semilla, llamada arte, que algún día al florecer, permitirá otra sensibilidad y otra comprensión de la vida, lejana de la guerra y de las agresiones, diferente a la consabida de la competitividad y del impacto. Esos niños puede que, mañana, recuerden el festival como un día distinto, para un concepto distinto también del cine.
Y entonces, Carmona, ciudad del cine, plató natural para directores y artistas, podrá recordar igualmente que inició un proyecto, realmente de película, con un argumento plagado de las mejores intenciones y unos actores, los propios carmonenses, que lograron por la vía de la ficción conseguir lo que la cruda realidad cotidiana de las porras y de las multas no había conseguido. ¡Maravilloso guión!.
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