La viga en el ojo
Hace unos días salió publicado el gigantesco escándalo del caso de las vigas abandonadas de la Iglesia de Santa Ana. El grupo socialista, a través de su portavoz municipal, difundió una nota de la que se hizo eco el Correo de Andalucía, acusando a Izquierda Unida y al alcalde de irresponsabilidad en el cuidado y conservación del patrimonio histórico de nuestra Ciudad, cuestión ésta de enorme gravedad cuando al mismo tiempo se está reclamando nuestra inclusión en el listado de ciudades que la UNESCO considera deben ser declaradas Patrimonio de la Humanidad.
Desde aquí debemos reconocer el mérito de dicho portavoz al señalar con su dedo acusador a su propio partido.
No en vano resulta insólito el gesto del munícipe socialista, pues demasiado acostumbrados estamos a ver cómo se le echa la culpa a otro de los problemas que padecemos, evadiendo nuestras propias responsabilidades; o, también, cómo nos fijamos en la mota del ojo del prójimo, sin darnos cuenta de la viga que llevamos en el nuestro, como decía San Mateo (7, 6): “¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.”
Porque todo el mundo sabe que el deteriorado artesonado mudéjar de la Iglesia de Santa Ana hubo de ser desmontado en 1987 como consecuencia de los desprendimientos de las cubiertas. Aquella obra, dirigida por el arquitecto técnico D. José María Cabeza, concluyó depositando dentro de la misma Iglesia el conjunto del destruido artesonado, descartándose incluso el uso del mismo como ornato superpuesto a las vigas metálicas recién colocadas. Desde 1987 hasta 1995, fecha del cambio político en el ayuntamiento, tuvo el PSOE ocho años para reutilizar, recuperar, rehabilitar, restaurar, recomponer o restituir dicho artesonado y no lo hizo. Sin embargo, casi veinte años después vuelve a salir a la palestra este tema en clave de denuncia contra el actual gobierno municipal. Y ya verán ustedes cómo hasta la delegación de cultura de la Junta de Andalucía (la misma que ve impertérrita las intervenciones urbanísticas en el aljarafe o en determinadas plazas de Sevilla), abrirá una sonada investigación al respecto con la finalidad de esclarecer las responsabilidades de este atentado contra el patrimonio de Carmona, lo que provocará, entre noticias, comentarios, supuestos y conjeturas, en titulares de prensa y otros medios, un poquito de mayor desgaste para el alcalde y su gobierno. Ya que, sin estar convocadas aún las elecciones próximas, parece que se ha abierto la veda de la campaña electoral, todo vale con tal de erosionar al adversario.
No cabe mayor desvergüenza que la utilización interesada de los hechos y su tergiversación para con ello dañar al otro. Es lo que diariamente vemos en las esferas del poder, utilizándose miserablemente estas malas artes por parte de aquellos que fraguan entre sus intenciones alcanzar el poder al precio de lo que sea, saltándose la ética sin miramiento alguno.
Sin embargo, sería interesante saber, por ejemplo, abierta esa investigación sobre “las vigas perdidas de Santa Ana”, si la delegación de cultura de la Junta de Andalucía, preguntará al respecto a los munícipes y alcaldes que desde 1987 a 1995 fueron responsables de la gestión del patrimonio de Carmona. O si la propia Hermandad, que fue quien solicitó a la concejalía correspondiente que se retiraran los despojos acumulados en el interior de la Iglesia, podrá decir lo mismo a la Junta que al concejal acerca del estado de las maderas en el tiempo en que fueron sacadas de su interior.
De todo esto cabe preguntarse si a estas alturas es admisible que el PSOE pretenda dar lecciones de conservación del Patrimonio en Carmona y a Carmona. Un columnista de la Prensa diaria, criticando la política del PSOE en el Ayuntamiento de Sevilla y la desidia de la delegación de Cultura en intervenir al respecto, viene a decir: “... su falsa política "de progreso" que ha destrozado las plazas de San Lorenzo y del Pan, está destrozando la Encarnación, tala los árboles de la Avenida y la Plaza Nueva, agrede el jardincillo de la Plaza de Cuba, destruye restos arqueológicos o amenaza con mares de granito la Avenida, la Alfalfa, el Salvador y la Pescadería...”.
¿Podrían entonces dejarnos tranquilos? ¿Podrían quitarse sus propias vigas?
La viga en el ojo
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