Las groseras mentiras
Ha comenzado el candidato del PP su campaña en Carmona disparando como Billy el Niño, a todo lo que se mueve. Es el acto reflejo propio de la inmadurez política, del miedo que surge de la inseguridad personal. En las diatribas publicitadas para la lectura del vecindario no tiene recato en utilizar los insultos más soeces contra el alcalde, seguramente porque carece de argumentos. Y, cómo no, las mentiras más groseras con tal de, iluso él, desgastar al adversario con el arma del infundio. Porque esos procedimientos chocarreros acaban irremediablemente dañando a quienes los utilizan.
Pongamos unas muestras, lean: “... nuestro alcalde lleva tres años largos de legislatura... ninguneando, vejando y hundiendo a los jóvenes de Carmona...” Perfecto, expresiones utilizadas por el candidato del PP para referirse lógicamente a los programas de formación y empleo, escuelas taller y a los empleos generados en el polígono industrial. O a las instalaciones deportivas o educativas que el ayuntamiento ha conseguido realizar, a pesar de las dificultades que todos conocemos. Es el reflejo de la educación obtenida y tan bien descrita en esa obra de teatro, “el florido pensil”, la que termina provocando estas anormales expresiones que, desgraciadamente, han de soportar los demás con la mayor de las paciencias. Ocultando, al mismo tiempo, las auténticas causas que están detrás de la problemática del desempleo, la precariedad y la falta de perspectivas que tiene la juventud... ya lo dijimos.
Resulta que un periodista ha venido también a exagerar los datos obtenidos por un estudio realizado por el ayuntamiento para prevenir los factores de riesgo de las enfermedades del corazón. Y han salido titulares excesivamente llamativos que hasta rozan la incredulidad misma... “Carmona, un pueblo entero a dieta porque tiene los niños más gordos de España”... Y, a pesar de que tanto el alcalde como el mismo equipo de cardiólogos que ha realizado la investigación sobre los datos obtenidos en tal estudio han aclarado una y otra vez, ante todos los medios de comunicación que refirieron la noticia, que dichos datos reflejan unas tasas prácticamente normales de nuestros niños en comparación con los de otras regiones, a pesar de todo eso... ¿saben ustedes qué expresiones aparecen y son utilizadas por este candidato del PP?, estas: “...ya conocemos todos el afán del alcalde por darse publicidad, por salir en televisión o en prensa aunque sea para decir que tenemos los niños más gordos...” O sea, justamente lo contrario de la verdad, es decir, una grosera mentira. A ver dónde hay una sola declaración del alcalde o del equipo de cardiólogos diciendo que en Carmona están los niños más gordos... Atribuir lo dicho equivocadamente por otro a una tercera persona con el afán exclusivo de dañarle o perjudicarle ¿cómo se llama? ¿Se llama por casualidad ética? ¿Se llama por casualidad honestidad?.
Y esas son las cosas que justifican luego la politiquería barata, la de la voz rumorosa o plagada de rumorología, la que termina desilusionando a la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas que están hartos de oír tantas mentiras. Ya están cansados de soportar la vanidad personal de aquellos que por llamar la atención a costa de lo que sea, terminan crispando y envileciendo las relaciones sociales. No podemos permitir que la política bien entendida, es decir, la actividad humana que tiene una perspectiva comunitaria o para la ciudad, sea sustituida por la basura en la creencia de que “ensucia que algo queda”.
Y es que, al final, se impone la razón y quedan como efímeras esas apreciaciones de mal gusto basadas exclusivamente en las descalificaciones sin más. La política, y más aún en ciudades donde todos nos conocemos, requiere por quienes la practican al menos una dosis de respeto y de ética que en este inicio de campaña no se aprecian en el candidato del PP. La guerra sucia no se justifica, ni siquiera con el fin legítimo de descabalgar al adversario en la competición.
Porque hay dos motivos muy sencillos que pueden servir incluso como consejos: Uno, que en el camino todos nos encontramos y difícilmente quien siembra tormenta no recoge tempestades. Y dos, que si golpeamos y volvemos a golpear, aunque sea semánticamente, luego no podemos quejarnos de recibir la alícuota respuesta a lo que hemos provocado.
Ha comenzado el candidato del PP su campaña en Carmona disparando como Billy el Niño, a todo lo que se mueve. Es el acto reflejo propio de la inmadurez política, del miedo que surge de la inseguridad personal. En las diatribas publicitadas para la lectura del vecindario no tiene recato en utilizar los insultos más soeces contra el alcalde, seguramente porque carece de argumentos. Y, cómo no, las mentiras más groseras con tal de, iluso él, desgastar al adversario con el arma del infundio. Porque esos procedimientos chocarreros acaban irremediablemente dañando a quienes los utilizan.
Pongamos unas muestras, lean: “... nuestro alcalde lleva tres años largos de legislatura... ninguneando, vejando y hundiendo a los jóvenes de Carmona...” Perfecto, expresiones utilizadas por el candidato del PP para referirse lógicamente a los programas de formación y empleo, escuelas taller y a los empleos generados en el polígono industrial. O a las instalaciones deportivas o educativas que el ayuntamiento ha conseguido realizar, a pesar de las dificultades que todos conocemos. Es el reflejo de la educación obtenida y tan bien descrita en esa obra de teatro, “el florido pensil”, la que termina provocando estas anormales expresiones que, desgraciadamente, han de soportar los demás con la mayor de las paciencias. Ocultando, al mismo tiempo, las auténticas causas que están detrás de la problemática del desempleo, la precariedad y la falta de perspectivas que tiene la juventud... ya lo dijimos.
Resulta que un periodista ha venido también a exagerar los datos obtenidos por un estudio realizado por el ayuntamiento para prevenir los factores de riesgo de las enfermedades del corazón. Y han salido titulares excesivamente llamativos que hasta rozan la incredulidad misma... “Carmona, un pueblo entero a dieta porque tiene los niños más gordos de España”... Y, a pesar de que tanto el alcalde como el mismo equipo de cardiólogos que ha realizado la investigación sobre los datos obtenidos en tal estudio han aclarado una y otra vez, ante todos los medios de comunicación que refirieron la noticia, que dichos datos reflejan unas tasas prácticamente normales de nuestros niños en comparación con los de otras regiones, a pesar de todo eso... ¿saben ustedes qué expresiones aparecen y son utilizadas por este candidato del PP?, estas: “...ya conocemos todos el afán del alcalde por darse publicidad, por salir en televisión o en prensa aunque sea para decir que tenemos los niños más gordos...” O sea, justamente lo contrario de la verdad, es decir, una grosera mentira. A ver dónde hay una sola declaración del alcalde o del equipo de cardiólogos diciendo que en Carmona están los niños más gordos... Atribuir lo dicho equivocadamente por otro a una tercera persona con el afán exclusivo de dañarle o perjudicarle ¿cómo se llama? ¿Se llama por casualidad ética? ¿Se llama por casualidad honestidad?.
Y esas son las cosas que justifican luego la politiquería barata, la de la voz rumorosa o plagada de rumorología, la que termina desilusionando a la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas que están hartos de oír tantas mentiras. Ya están cansados de soportar la vanidad personal de aquellos que por llamar la atención a costa de lo que sea, terminan crispando y envileciendo las relaciones sociales. No podemos permitir que la política bien entendida, es decir, la actividad humana que tiene una perspectiva comunitaria o para la ciudad, sea sustituida por la basura en la creencia de que “ensucia que algo queda”.
Y es que, al final, se impone la razón y quedan como efímeras esas apreciaciones de mal gusto basadas exclusivamente en las descalificaciones sin más. La política, y más aún en ciudades donde todos nos conocemos, requiere por quienes la practican al menos una dosis de respeto y de ética que en este inicio de campaña no se aprecian en el candidato del PP. La guerra sucia no se justifica, ni siquiera con el fin legítimo de descabalgar al adversario en la competición.
Porque hay dos motivos muy sencillos que pueden servir incluso como consejos: Uno, que en el camino todos nos encontramos y difícilmente quien siembra tormenta no recoge tempestades. Y dos, que si golpeamos y volvemos a golpear, aunque sea semánticamente, luego no podemos quejarnos de recibir la alícuota respuesta a lo que hemos provocado.
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