El programa y la perspectiva
Ahora, que estamos en campaña electoral, surgen los programas de las distintas candidaturas para captar el voto ciudadano. Es interesante, pues, analizar cómo se hacen estas propuestas y sus contenidos más relevantes porque, en teoría, nos aproximaremos más a una participación consciente del electorado.
Ahora, que estamos en campaña electoral, surgen los programas de las distintas candidaturas para captar el voto ciudadano. Es interesante, pues, analizar cómo se hacen estas propuestas y sus contenidos más relevantes porque, en teoría, nos aproximaremos más a una participación consciente del electorado.
En principio, cada cual es libre de proponer lo que quiera como cada cual es libre de creérselo o aceptarlo. Sin embargo, para comenzar, el formato ya nos delata el método y la intencionalidad del proponente. Así, por ejemplo, lo más común es encontrarse un listado de ofertas puntuales y atractivas, a modo de compromisos, a los ciudadanos. Dentro de esta fórmula “carta a los reyes magos”, existe la tentación de hacer grandes cosas, grandes centros comerciales, grandes centros deportivos, grandes apuestas inmobiliarias urbanísticas, grandes ejércitos de seguridad… Son como los grandes paquetes envueltos en colores llamativos que vemos debajo del “árbol de navidad” sólo que estamos en primavera…
El problema de este formato de grandes rebajas, perdón, de grandes ofertas, es que plantea tres dudas: la primera, si realmente habrá presupuestos para financiarlas, pues resultaría un poco sospechoso criticar por un lado el excesivo gasto de quien gobierna y, por otro, plantear más gastos y, además, no precisar las fuentes de ingresos necesarias diciendo al mismo tiempo que no se subirán los impuestos ni la deuda. La segunda duda es si realmente se considera a los electores como ciudadanos o como consumidores; porque las campañas electorales cada vez más, son diseñadas con criterios del marketing del consumo, es decir, provocar el deseo de obtener lo que se oferta sin procurar mayores reflexiones; pero una ciudad no se construye, o no debiera construirse, con la misma predisposición que se tiene en un supermercado con el carrito de la compra.
Pero, con mucho, y esta es la tercera duda que quizás pase inadvertida, es la coherencia entre las propuestas lo más significativo para entender si un programa tiene contenido real o es simplemente un catálogo de ofertas atractivas, para, pasada la campaña, olvidarse de ellas.
La coherencia de un programa radica en la compatibilidad entre todos sus puntos, su viabilidad social y económica y su perspectiva de futuro. En resumen, en unas elecciones municipales la clave que da la coherencia a un programa es el modelo de ciudad que se propone. El modelo de ciudad es sencillamente el conjunto integrado de propuestas urbanísticas, socioeconómicas y culturales que plasman coherentemente un desarrollo de la realidad de la ciudad, sus recursos y posibilidades y de su gente.
Hasta ahora, Izquierda Unida ha ido perfilando un modelo de ciudad que está convirtiendo a Carmona en una ciudad resplandeciente, en la que a leguas se nota su identidad histórica, frente a otros modelos como el imperante en el Aljarafe, Dos Hermanas, Alcalá de Guadaíra o la Rinconada. Urbanísticamente, Carmona ha respetado su tipología, mientras las otras experiencias simplemente, en aras a un crecimiento inmobiliario, han disuelto su personalidad convirtiéndose en ciudades de servicios con vocación de albergar residentes para dormir, “ciudades-dormitorios”. Además, el modelo de ciudad que Izquierda Unida ha ido consolidando defiende las relaciones ciudadanas desde el conocimiento entre las personas, frente al “anonimato” de las grandes aglomeraciones urbanas, lo que ha venido en llamarse “la ciudad deshumanizada”. La defensa de la identidad, el respeto al patrimonio cultural, histórico y artístico, al medio ambiente y, sobre todo, la idea de un desarrollo sostenible, pensando en el futuro, porque muchas de las actuaciones que en una ciudad se realizan son irreversibles y quedan marcadas para siempre.
Y es que, a veces, aparecen propuestas que, revestidas de atractivo, pueden generar líneas destructivas del tejido comercial propio, o que desfiguren el desarrollo urbanístico o que distorsionen para siempre la identidad que durante siglos se vino conformando. Es por eso que también hay que ver, tras ese formato presuntamente atractivo qué perspectiva se esconde, dicho de otra manera, hacia dónde nos van a llevar.
Por ello, en estas elecciones cabría pensar que hay al menos tres modelos de ciudad diferentes, cada uno defendido por su correspondiente alternativa. Intente buscar los otros dos y, si los encuentra, tenga a bien compararlos para que su opción sea coherente... Si no encuentra los otros dos... ya sabe.
1 comentario:
Ciudades dormitorio. Claro, de aquellos que van a trabajar a sus polígonos industriales (A92, Aeronaútico, etc), con verdaderas industrias, no como aquí que la mayor parte son meros garajes de tractores para arar el campo.
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