Megalomanías Jamás se vio en la historia democrática de nuestra Ciudad un cartel tan grande para dar a conocer el rostro de una persona. Mientras un Manolo Martínez ideaba la genialidad del buque insignia “Juan Sebastián ElCano”, plasmando esa “Nao Carmo” con sus tres candidatos buscando conjuntamente nuevos mundos, uno de los navegantes no ha podido resistir la tentación de esa enfermedad llamada megalomanía. El cartel, de por sí, llama la atención por el inmenso rostro que emerge de la Ciudad de Carmona. Primera megalomanía: la Ciudad queda empequeñecida. Apenas una línea en el horizonte, de casitas blancas y unas torres diminutas, en comparación con la imagen superlativa de un yo ansioso de protagonismo. Es preocupante esa superposición de una cara tan grande dejando a una Ciudad tan disminuida en su identidad. Segunda megalomanía: El texto del slogan: “A Juan SÍ le importa Carmona”. Supone, en primer lugar, una contradicción mayúscula que le importe tanto una Ciudad a la que deja gráficamente en un segundo plano, mermada y casi desaparecida, en beneficio del ego del candidato. Pero lo más grave es que la frase aparece realmente como un insulto a toda la Ciudad, mejor dicho, un insulto a toda la Ciudad menos a él. Pues si a él SÍ le importa Carmona, es porque a los demás no les importa; si Juan pensara que a los demás sí les importa Carmona como a él, no habría puesto ese texto en el cielo. Sin embargo, resulta cuando menos ofensivo que alguien tenga ese inmenso rostro atribuyéndose en exclusiva el interés por Carmona; alguien preguntaría de inmediato “¿y a mí no me importa Carmona?” Desde el cartel vendría la respuesta “A usted NO le importa Carmona, a Juan SÍ le importa Carmona”. Pero hay más mensajes en el cartel. Observen bien, en esa Carmona empequeñecida aparecen casas. Casas, pisos, edificaciones... No aparecen personas. ¿Es eso lo que le importa a Juan Avila?. ¿Es eso lo que otea desde la proa de la Nao Carmo?. En lo próximos carteles, su vanidad le obligará a poner personas, a ser posible mirándole mientras su “voz rumorosa” circula por los barrios, donde por cierto, también hay buenas casas. La megalomanía necesita empequeñecer a los demás. Así como la Ciudad de Carmona queda tan reducida en ese cartel, igualmente ciertas personas, las que más le preocupan al candidato del cartel del gran rostro, también son objeto de tal desprecio. Hay que tener muy poca vergüenza, mucha ignorancia, o ser un gran embustero para difundir en la publicidad que (cito textualmente) “tenemos un alcalde que plantea temas esenciales para el desarrollo de una ciudad justo cuando la legislatura se agota...”, en referencia a la iniciativa del gobierno municipal con respecto a la autovía Alcalá de Guadaira-Carmona, que, en esta fase, sólo llega hasta el Viso del Alcor. Sabiendo como sabe, y debe saber, que ya en Agosto del año 2000 (hace más de seis años) el gobierno del Ayuntamiento presentó sus alegaciones con respecto a esta carretera. Y, en los dos últimos años han sido reiteradas las peticiones que todos los grupos municipales han hecho al respecto... Pero esas carreteras NO le importan, ¿o SÍ le importan?... La megalomanía sólo denota una debilidad propia que se proyecta en grandezas desde complejos de inferioridad, del “quiero y no puedo”. Y en esa publicidad del PP, la voz rumorosa deja escapar un lapsus, igual que la pérdida de aceite de un motor, cuando dice (textualmente y en subtítulos): “Sepan ustedes que gracias al alcalde la Junta nos tiene abandonados”. Es penoso. De un lado, olvidar lo que gracias a todos los carmonenses, estando este alcalde, ha hecho el Ayuntamiento de Carmona, con parte de colaboración de la Junta –IES Losada, Centro de Salud nuevo, piscina climatizada, viviendas..-. Y más penoso, por patético, que de boca del PP se haga un discurso tan suicida; pues, si “con este alcalde la junta nos tiene abandonados”, ya pueden imaginarse ustedes el cariño con el que la Junta trataría a un alcalde del PP. Y es que esa megalomanía traiciona tarde o temprano. El cartel, de dudosa legalidad por cierto, ubicado y expuesto al parecer sin licencia como a los demás se les exige, habla a quienes pasan por la carretera y no les dice nada... Pero el cartel lo dice todo. |
Megalomanías
El frío
En el invierno, la esperanza tiene nombre de sol por las mañanas. Y por las tardes se llama mesa camilla. En el horizonte, la nieve nos saluda y propicia una bocanada de vapor de nuestros cuerpos; es el diálogo del tiempo interior con el vacío. Con los hombros encogidos, como queriendo proteger las orejas, caminamos deprisa y las esquinas son unas veces salvavidas del viento helado y otras puertas para la gélida bofetada. El frío consigue que encontremos nuestros huesos y también que aparezcan cosas insospechadas en los bolsillos. No vale sacar pecho cuando la prioridad es abrigar las entrañas.
El frío cierra las puertas de las casas porque nadie quiere que se escape el calor de los cuerpos ni que entre el anonimato de la calle. El frío cierra el alma y le obliga a mirarse por dentro, entre las mantas de la propia piel, para cerciorarse de la cálida vida que aún conserva. Los abrazos desnudos son la defensa compartida y la posición fetal es la postura individual de quien desea encontrar el sueño entre las montañas. Cuando el viento se suma, el frío azota cruelmente los rostros y convierte las manos en témpanos insensibles; si es la lluvia, pueden llorar desde el cielo los invisibles ángeles copos de nieve, que no son sino pequeños sorbetes helados que nos sirven de regalo las mismas nubes.
El invierno es la otra cara del infierno, que el fuego de uno compensa las acumuladas escarchas del otro; y si uno parece blanco y el otro rojo, en verdad ninguno tiene color verdadero, porque son los sentimientos quienes los tiñen según el caso. Así, un día, el invierno puede ser celeste, y la lluvia la sentimos como un buen obsequio de la naturaleza; pero otro día del mismo tiempo nos parece gris y triste y esos aguaceros los vemos como canallescos torrentes sin escrúpulos. De la misma manera, el calor tórrido y abrasador es la sugerencia pecaminosa del disfrute junto al mar, o, por el contrario, el castigo inmerecido del desierto de la vida. De hecho, todos sabemos que el frío en exceso quema.
El frío lleva de la mano una señora llamada soledad. La hemos visto muchas veces, aunque realmente es invisible. En los soportales de las avenidas sin nombre, entre cartones, la soledad esconde su rostro o lo disimula tras la mirada perdida de un transeúnte. En el colchón que jamás llega a calentarse, alguien da mil vueltas con el temor a caerse en el desvarío de una pesadilla y se agarra a los bordes de la cama; es también la soledad. Los escalofríos que recorren la espalda son pequeñas cosquillas que el ángel de la guarda hace al solitario personaje para recordarle que no está solo. La soledad tampoco tiene color, como el frío. Unas veces nos resulta de tonalidad pastel, difuminada y suave, porque deseamos un espacio personal para meditar; y otras nos parece geométrica y plúmbea, con bordes muy gruesos y rectos, y es porque nos sentimos prisioneros entre las murallas de la vida.
Cuando alguien muere, nadie se atreve a tocarlo. Junto al color cetrino y el gesto inmóvil, junto a la expresión de ausencia definitiva, algo más produce el espanto: el frío. El cadáver es frío, como muerte son las heladas para las plantas. Ahí aparece ese umbral que da vértigo y que, en la cumbre de un glaciar, nos da la inmensa paradoja de la imagen más bella junto al silencio mortal del hielo acumulado.
Por favor, frío, vete ya.
El "efecto Carmo"
Esta semana se ha anunciado a bombo y platillo la inauguración de la espectacular escultura “Carmo”, realizada por el artista Eric Aman. El Ayuntamiento desea que se convierta en un símbolo de reconocimiento al legado cultural de nuestros antepasados y una señal de compromiso ciudadano para conservarlo y engrandecerlo en el futuro.
Ya la hemos visto colocada en la ronda de la calle Sevilla y envuelta en una tela verde, esperando que llegue el domingo día 1 de Diciembre para ser descubierta. Mientras, en esos días, parece que la ronda quedará finalmente terminada.
Entiendo que será un verdadero acontecimiento para Carmona, pues, a la vista está, en nuestra Ciudad las estatuas han brillado por su ausencia, a pesar de la importancia que la cultura romana tuvo aquí y del enorme legado que disfrutamos de aquella época. Con la “Carmo” se rompe una especie de maleficio que ha durado siglos y que ha tenido nuestras plazas y espacios públicos sin una expresión artística de relieve y trascendencia, acorde con la categoría de nuestro Municipio. Este será el primer “efecto”: Sorprenderá a los peatones y conductores que transiten por los cuatro caminos que confluyen en la ronda de la calle Sevilla…, sorprenderá por su magnitud, por su belleza, por su gesto, pero, sobre todo, por la presencia pública del mármol de Carrara hecho obra de arte en homenaje a los propios carmonenses, que son los que han conservado el patrimonio monumental que hoy tenemos y tanto nos enorgullece; carmonenses a los que, hasta hoy, nadie les había manifestado ese reconocimiento y gratitud.
Pero no será ese el único “efecto” que la “Carmo” producirá entre nosotros. Roto el maleficio, aparecerán en el futuro más estatuas. De aquí a unos años, veremos en Carmona esculturas, bustos, figuras, relieves, frescos… Fechas simbólicas, hechos históricos o personajes entrañables para nosotros, vivos o muertos, serán objeto de homenajes y, una de las formas de manifestarles agradecimiento y correspondencia por su labor o de conmemorar esas efemérides, será colocar una estatua en el lugar más adecuado. Esto también puede derivar en un “culto a la personalidad” de connotaciones negativas, pues no olvidemos que siempre habrá quien sueñe con verse hecho en mármol o bronce para la posteridad y propicie indirectamente tal iniciativa. Por eso ha sido un acierto que la “Carmo” mida más de cinco metros, pues difícilmente nadie pretenderá o conseguirá una dimensión igual; lo que viene a significar sencillamente que la Ciudad, es decir “Carmo”, estará por encima de todos en peso y estatura, lo que, en principio, es la esencia de la democracia.
Quizás, entre esos efectos que producen las cosas que rompen con el pasado, haya quienes tengan la tentación destructiva o de agravio y desconsideración… es algo que preocupa a muchos y en eso hay que estar atentos, o lo que es lo mismo: el patrimonio lo tenemos que defender y conservar todos, no sólo la policía y la guardia civil; ahí surge la necesidad de la cultura y de la educación como los valores más importantes para la convivencia…
Y, finalmente, cuando algo inesperado llega y sorprende… Cuando la evidencia del arte crea consenso ciudadano y cuando el mármol no habla pero expresa una iniciativa, un concepto, un proyecto de Ciudad… Es posible que alguien sienta la tentación, no de tirar piedras ni de hacer pintadas contra la escultura, sino de escupir hacia arriba con la saliva de la envidia disfrazada de crítica… Entonces, bueno, si esto pasara, ya veríamos entonces dónde caería esa bilis arrojada, probablemente en el rostro de un busto que anda vivo buscando un homenaje que no encuentra….
El tráfico en Carmona
Ha comenzado la nueva andadura del gobierno municipal recién estrenado y es de lógica pensar que, en estricta justicia y antes de exigir soluciones a los problemas que tenemos, hay que dar un tiempo para que los responsables de llevarlas a cabo piensen, estudien y consulten sobre el tema. Con esa intención, lo que este Observatorio pretende es ser una opinión más entre las que podrían tenerse en cuenta.
El tráfico en una ciudad tiene tres elementos básicos: los vehículos que circulan, los espacios por donde se transita o se aparca y los conductores. Una obviedad, claro, pero importante tenerla en cuenta para sistematizar los problemas existentes y las posibles soluciones.
Los vehículos registrados o en circulación en Carmona son cerca de diez mil, sin contar las motocicletas que serán cerca de cinco mil. Partiendo de este dato podemos ya tener claro que el volumen que ocupan en la ciudad excede con mucho la realidad de los espacios disponibles; es decir, sólo en el caso hipotético e imposible de que todos los vehículos circularan constantemente y sin parar podríamos entender que la circulación fuese fluida, siempre que los circuitos del recorrido no tuviesen interrupciones, lo que también sería absurdo. O sea, el problema del tráfico viene dado por la enorme cantidad de vehículos existentes; por eso, con la actual mentalidad del uso del coche, no hay ciudad ajena a los atascos y al infierno del tráfico. La solución a este problema es inviable, salvo que se pongan medidas seriamente restrictivas al uso del vehículo en determinadas zonas.
Las calles y aparcamientos existentes son los que conocemos. Una ciudad, en su casco histórico, diseñada y conformada por culturas de hace siglos, cuando no existían automóviles, no puede de ninguna manera soportar la ingente cantidad de vehículos que pasan por sus calles; en este ámbito habría que ser tremendamente claro y peatonalizar todo el centro histórico, dando paso solamente, y de forma restrictiva –es decir, sin permitir abusos- a los residentes y a los vehículos de servicios y provisión de mercancías para los comercios, éstos a horas muy definidas sin consentir desviaciones interesadas. De la misma manera, en cuanto a los aparcamientos en el centro histórico, deberían erradicarse los existentes junto a los monumentos emblemáticos, en la Plaza de San Fernando y otras calles adyacentes. Para ello hay que ofertar un aparcamiento cercano, en los aledaños del Arbollón, por ejemplo, donde vayan a parar todos los vehículos que lleguen de otras zonas y los propios residentes del casco histórico que no tengan cocheras o espacios propios; este es el coste que deben tener los residentes del centro histórico más hermoso de Andalucía.
El aparcamiento del Paseo del Estatuto ha sido un fracaso por la desidia generalizada que llega a preferir, de forma indignante, aparcar encima de las aceras o en la zona de estacionamiento del transporte público de viajeros, antes que gastarse medio euro y hacerlo en un espacio destinado a tal fin. Por ello, en estos espacios amplios no cabe otra solución que zona azul arriba para disuadir a los conductores de esas prácticas incívicas y facilidades máximas para aparcar en el subterráneo. Y multas sin miramientos. En el resto de la Ciudad debería tenerse en cuenta algunos puntos conflictivos, como el Paseo de San Antón y los aparcamientos indebidos en doble fila, que deben eliminarse poniendo este Paseo en una sola dirección para ensanchar sus acerados, porque está claro, que en esta lucha desigual entre el coche y el peatón, hay que dar siempre las facilidades a éste, para que camine tranquilamente y sin sobresaltos; es una cuestión de principio, concepto o criterio sobre el que debemos partir para aplicarlo de forma generalizada. O la calle Real, que debería peatonalizarse entera, o parcialmente hasta el bar Tota, y apostar por su salida y desarrollo comercial con todas las consecuencias, aprovechando su desembocadura en el Paseo con su aparcamiento. El eje comercial c/ Real - c/ San Pedro es una posibilidad muy factible y rentable si los comerciantes de la zona lo asumen con decisión. De la misma manera, es esencial mejorar o terminar las rondas de circunvalación para que el tráfico pesado y todo el afectado, pueda derivarse por ellas sin necesidad de que atraviese el casco urbano.
Y, finalmente, los conductores. Está estudiado que no son personas en sentido estricto. Un conductor es una persona vinculada a un vehículo; es un ser híbrido que se transforma, a veces en un energúmeno, en algo blindado con carrocería y dotado de claxon para molestar a toda la ciudad. Todo el que haga ruido, especialmente las motocicletas, debe ser retirado de la vía pública, con los medios legales posibles. Y todo el que, dejando de ser persona, se empecine en ocupar violentamente el espacio público, aparcando en lugares prohibidos, conduciendo temerariamente, impidiendo el paso de las personas… ha de encontrarse enfrente otro ser de similares características: la grúa. Y todo esto, claro está, con la actuación diligente y la presencia física y real, activa y profesional de los policías locales de Carmona que han de cumplir con su obligación.
El Viso ataca y el Caballo de Troya...
Cuentan que Troya fue una importante ciudad, rodeada por murallas de ladrillo, que poseía inmensas riquezas por su enclave estratégico que obligaba al peaje de quienes pasaban por sus aledaños en el Paso de los Estrechos. Los griegos, en su política expansionista, decidieron conquistarla y en una de las crónicas conocidas utilizaron aquel recurso del caballo de madera regalado, repleto de soldados, para, desde dentro, dar la batalla final contra la ciudad fortificada…
Nos viene a la memoria esta batalla porque, cuando surge el enemigo externo, olvidamos el interno y, así, de batalla en batalla, solemos labrar nuestro camino hasta la derrota final. Resulta que el Viso del Alcor pretende ahora cinco mil hectáreas del término de Carmona para satisfacer el propio. Y mira por donde esta “expansión” de ese municipio viene a ubicar sus preferencias hacia los enclaves estratégicos de Carmona, a las orillas de las autovías, por donde vienen a pagarse en estas coyunturas los peajes del desarrollo industrial e inmobiliario. Todos saben que este “órdago” carece de fundamento y será una guerra de papeles que la Junta de Andalucía reciclará en provecho de no sabemos quién.
Aunque la Junta parece que comenzó con mal paso, no hay que olvidar que en el lento caminar de su desgobierno utiliza una muleta peculiar, su socio el PA, que deja unas huellas de irregulares connotaciones en estos y otros procedimientos administrativos; al menos eso es lo que se ha dicho por ahí. No es de recibo que se abra una exposición pública sin que antes todas las partes en liza manifiesten sus argumentos; ni tampoco que se admitan a trámite “todas las iniciativas” sin previamente ponderar la validez de lo que se reclama, al menos con indicios reales. En definitiva, la Junta de Andalucía no ha actuado con criterios razonables y resulta extraño que todo este proceso de alegaciones tenga su curso precisamente en el mes de agosto, muy propicio para regates durante la siesta general. Así, sin quererlo o queriéndolo, quien está quedando fuera de juego es el PSOE local, que ya de por sí, cuando el pleno municipal de El Viso aprobó su expediente de ampliación, no tuvo otra idea mejor que decir que no se pronunciaba hasta que estudiasen los papeles del reclamo. Y ahora, a uña de caballo de papel, quiere recuperar su posición con carteles de partido, criticando a los demás precisamente de querer politizar este asunto, aunque ni el PP ni IU han sacado aún, no sabemos por qué, papel o panfleto alguno con sus siglas, prefiriendo actuar desde la institución y como gobierno municipal.
Pero, visto así, es decir, como asunto de papeles, hay que llevar el máximo posible y con la mejor presentación y rigor. Y, según las informaciones que se han dado, hasta ahora van unas tres mil firmas de carmonenses que han mostrado su rechazo a aquella pretensión… ¿pero no tiene Carmona casi veinte mil personas mayores de edad?. ¿No son noventa y seis las asociaciones registradas en Carmona, según aparece en su página de internet? ¿cómo es que son unas cuarenta las que se han pronunciado?. Habrá que ver si entre los ausentes están algunos que se llenan la boca con la palabra Carmona y, como el caballo de Troya, esas bocas son más bien respiraderos de los humos interiores que voluntades reales….
En la estrategia defensiva de su territorio, Carmona, además de papeles y firmas, debe considerar esos pequeños caballos de Troya que pululan en su territorio, ávidos de ganancias y plusvalías, que lo mismo venden o alquilan una vaguada como escombrera para sacar beneficios, que compran y revenden trozos del término con la expectativa del pelotazo próximo que el PGOU pueda brindarles…
Y, sobre todo, ya que hablamos alegórica y humorísticamente de una “invasión”, qué mejor que confiar a las fuerzas de seguridad del ayuntamiento la salvaguarda del término, aunque para caballo de Troya, con carrocería y depósito de gasolina, el vehículo del Ayuntamiento que estaba dentro de la Jefatura de la Policía Local, a buen recaudo y uso de sus agentes, y que una madrugada de hace unas semanas apareció con enormes abolladuras y cristales rotos, tras ser utilizado para el servicio de vigilancia pública, en el interior de ese edificio de la seguridad ciudadana, sin que se supiese nunca quiénes fueron los autores de tamaño despropósito y tropelía. Nadie puede extrañarse que se piense con enorme escepticismo a la hora de valorar la eficacia de aquellos que teniendo como misión velar por los demás resulta que no pudieron hacerlo por su propia seguridad, o al menos por la del recinto y los enseres donde ubican sus servicios, ni tan siquiera averiguar cómo pudo ocurrir ese “sabotaje”…
De todas maneras, siempre nos queda la esperanza, si estos papeles y expedientes resultasen fallidos, de confiar en la justicia, que tendrá la última palabra en el último papel, tan mojado como los demás, porque, hoy, el caballo de Troya no entiende de términos municipales.
Cartas de Reyes
Todo comenzó con una ingenuidad: “Escribe una carta a los Reyes”. Quién podría pensar que aquella invitación llena de generosidad, por parte de unos buenos padres, sería una pesadilla. Porque, con la mejor de las intenciones, habían desencadenado sin darse cuenta un proceso del que se arrepentirían para siempre. Se había convertido en costumbre y no por casualidad. En realidad, jamás nadie explicó de dónde surgió la idea de que los niños escribiesen una carta a los reyes para pedirles los regalos que preferían. Lo cierto es que las primeras cartas escritas son de tiempos muy recientes y no las escribieron ni los padres ni los hijos, ni por supuesto los propios Reyes... estaban escritas o echadas de antemano para provocar lo que estamos viendo. Esta es la historia...
El niño, llamado infancia, había sido educado para un mundo sin futuro cierto y, por tanto, sólo ansiaba jugar con el presente. La pequeña pantalla de la Play Station era la ventana ideada para descubrir nuevas sensaciones. La otra pantalla, también pequeña, era el estímulo audiovisual de un mundo de colores y música. “Niño escribe una carta a los Reyes Magos de Oriente, vale mamá, qué les digo, pues lo que quieras hijo, lo que tú quieras”...
Lo que tú quieras, claro. En un minuto de vértigo pasaron por las mentes de aquellos padres, llamados pasado y pretérita, un sinfín de imágenes y de manera muy acusada aquellas que rememoraban los tiempos de precariedad y autoritarismo donde poco se podía decir. Ahora tú puedes pedir lo que quieras y no te preocupes que ya veremos cómo te lo conseguimos. Pero quedaron obviadas las causas y las consecuencias. “Escribe una carta”. Y la mano que salía del tubo de imagen, no más allá de las veinticinco pulgadas, suplantó la imaginación que venía atrofiando y en ella ubicó muñequitas de diseño, pistolas con láser y muchos juegos donde las patadas y los golpes, los ruidos y las referencias, se hacían presentes ignorando los valores de otros tiempos.
Aquella carta no podía ser de su niño porque pedía sangre. Pero resultaba imposible decirle ahora, mira hijo, es carbón lo que te han traído. Ni tampoco cambiarle el fusil por una cocinita. No había tiempo para tratar tranquilamente cómo inculcar una dosis de austeridad y de respeto, de responsabilidad y ética. Ya habían ganado la batalla las comidas rápidas y precocinadas, los dulces a media mañana y los zapatos llenos de barro pisoteando las camas. Ya había promocionado todos los cursos llenos de suspensos y estaba en un final escrito atiborrado de faltas de ortografía. Ya habían reinado en su mente los poderosos impulsos de las películas violentas y de los juegos de rol. Ya circulaba con una moto sin tubo de escape por las aceras de la vida. Esa había sido su carta. Aquella que escribió un día porque sus padres, tolerantes y espléndidos, no quisieron comprender que ellos mismos eran los Reyes. Pero cómo es posible, se decían, que un descubrimiento de esa magnitud, sabiendo ya que los reyes son los padres, pueda olvidarse tan fácilmente...
Paradojas de la vida, pues si efectivamente los Reyes son los padres, o, mejor dicho, los Reyes hacen y traen lo que los padres les dicen, es un contrasentido que los Reyes sean los propios hijos. Es absurdo que sean suplantados los personajes de esta forma. Y sin embargo, ahí los tienen ustedes, niños imponiendo aparentemente sus criterios cuando en realidad sólo reproducen esquemas de un mercado que juega sus cartas simplemente buscando el negocio tergiversando la creatividad y permutándola por bajos impulsos. Esas son hoy, en su gran mayoría, las cartas que llegan a los Reyes.
Carnavales
Salimos al paso de aquél RIP, recientemente publicado, en el que alguien se hacía eco de no sabemos qué historia mediante la cual a lo mejor el carnaval de Carmona este año iba a quedar huérfano de padre y madre. Pienso que quien escribió el epitafio lo hizo más bien como revulsivo que como presagio, o sea, que lanzó el bulo para ver qué pasaba. Pues habrá visto que no ha pasado gran cosa, desgraciadamente, aunque, eso sí, en el mundo del carnaval ese artículo sentó bastante mal, pasando su autor a ser conocido como “el enterraor” para más señas, por su precipitado intento de pasar página a una de las fiestas más entrañables de nuestra Ciudad.
Pero no seamos triunfalistas. El Carnaval, progresivamente, va perdiendo peso. La fiesta del carnaval necesita un empuje especial por parte de los carmonenses si no queremos que quede como una reliquia en extinción paulatina, cobrando vida efímeramente en el escenario de un Teatro durante unos días. Las Agrupaciones participantes van a menos. El desfile no acaba de llenar las calles. Los disfraces brillan por su ausencia. ¿Qué hacer?…
Primero, es de vital importancia asumir que el Carnaval es una fiesta popular, es decir, quien la hace es el pueblo. Por mucho que el Ayuntamiento gaste con austeridad o dispendio en esta fiestas, desde el poder no se va a revitalizar esta celebración que nace precisamente desde el pueblo y contra el poder, desde las gentes y contra los cánones morales. Por ello, se hace imprescindible un llamamiento realizado por los propios aficionados al carnaval a todos los carmonenses, para que participen, se disfracen y contribuyan con su entusiasmo a que la fiesta sea un éxito. De lo contrario, irá menguando la sonrisa de la máscara más antigua de la Provincia de Sevilla.
Segundo, el secreto está en el tiempo. Mientras los demás estamos centrados en otros menesteres, llevan meses ensayando grupos de personas, se están diseñando carrozas y escenarios, se plantean discusiones sobre el lugar más adecuado para el desfile o la colocación de la carpa… Paralelamente, deberíamos estar otras tantas personas preparando disfraces, que no se hacen en un día, organizando grupos de amigos o pandillas para formar el jaleo colectivo, las letras mudas, los cantes improvisados y la participación de toda la familia y los amigos en el desfile… Ocurre que, de pronto, nos enteramos que el desfile es mañana, o que el concurso empieza ya y no teníamos preparado nada. Es decir, nos ha cogido el toro.
Tercero, por decir tres cosas solamente, y más importante, debemos tener humor para afrontar la vida, reírnos de nosotros mismos, relativizar los malos humores, hacer de la crítica una melodía desafinada, de la amistad un pasodoble. Aparecer públicamente sin ser conocido para no conocer tampoco a los demás… porque en el fondo ¡qué difícil es conocernos cada cual!, disfrutar de la Ciudad, del Real de la Feria, del Paseo, de la Alameda, de la Plaza de Abastos o de los lugares que sean, porque son nuestros ámbitos de la vida cotidiana y, por casualidades de la vida, tenemos espacios grandiosos de sobra para acoger todas las fiestas que existan…
Pero, sobre todo, si en estos días, a semanas vista, los carmonenses permanecen indiferentes al devenir de su carnaval, si ni siquiera se lo cuentan a sus hijos, si no son capaces ni de coger el traje de la abuela… entonces hemos perdido un trozo de nuestra historia y de nuestra identidad… Y no podremos echarle la culpa a nadie.
Teoría de la conspiración
Si analizamos, aunque sea con brevedad, algunos de los episodios políticos de nuestra historia democrática más reciente podríamos concluir que, en muchas ocasiones, el poder constituido acaba siendo desplazado más por los errores propios que por los méritos de la oposición. Decía Karl Popper que la democracia sirve “para quitar al que gobierna” (más que para elegir al que va a gobernar). Recientemente hemos visto cómo el desgaste de un gobierno excesivamente prolongado puede ser la causa principal de su recambio, hablamos lo mismo del caso de Galicia en el plano autonómico que de Utrera en el municipal. Por el contrario, también observamos cómo hay alcaldes y presidentes de comunidades que llevan casi tres décadas gobernando; ahí tenemos Marinaleda o Chaves e Ibarra para ilustrarnos. ¿Cuáles son las causas que motivan el cambio político?, nos preguntamos y, en verdad, no podemos encontrar reglas matemáticas que concluyan con fidelidad una previsión cierta en función de unas variables o parámetros constatados.
Sin embargo, el cambio político, tan necesario como saludable “casi” siempre, tiene unas secuencias que, en general, vienen a repetirse a grandes rasgos. Revoluciones como la francesa de 1789 o la soviética de 1917, igual que la transición democrática en España, se dieron por un cuestionamiento generalizado del sistema existente como consecuencia de crisis políticas y económico-sociales que pusieron de manifiesto la necesidad de un cambio. Sin embargo, y he ahí un detalle de gran importancia, en estos procesos, además del descontento expresado por los “sufrientes directos” de esas crisis, vinieron a sumarse los planteados por una parte de los que convivían con el propio sistema: son las llamadas “revueltas de los privilegiados”, monárquicos que se hicieron republicanos, burgueses que se rebelaron contra su sistema o cachorros del movimiento falangista en España que se aliaron al fin con los demócratas... Es decir, hay “una parte” del poder que contribuye a su desplazamiento para conseguir una nueva situación. Este concepto tiene una base científica, a mi entender, y es que el margen de caos que cada ámbito asociativo, territorial o ideológico tiene, es directamente proporcional a la amplitud que contiene. Es decir, a mayor poder, a más gente implicada, a más organizaciones involucradas, la diversidad interna se acrecienta y el caos es mayor; esta es una de las fuentes de energía y creatividad que las sociedades tienen para crecer y desarrollarse. Esto viene a concluir, en la esfera de lo interno, con algo tan comúnmente conocido que señala que “los peores enemigos son los que están dentro”, o con aquella frase anecdótica que decía “al suelo, que vienen los nuestros”. Hablamos, entonces, de las crisis internas existentes en el ámbito de las sociedades, de las organizaciones y de los propios poderes. Crisis y movimientos internos que sólo son amortiguados o eliminados si sus protagonistas tienen conciencia clara que para su conveniencia particular o para los objetivos generales que persiguen, el resultado final puede empeorarles su propia situación: he ahí la enorme importancia de los múltiples “pesebres” y “cementerios de elefantes” que abundan en las administraciones para recoger a los damnificados y gratificar a los vencedores dentro del propio círculo, evitando así los rencores eternos que tan altas facturas pasan.
La conspiración, pues, es sólo la constatación de que algo se mueve en una organización en la que por diferentes circunstancias se hace necesario un cambio. Las claves de una buena conspiración, al menos, son cinco: 1.- Que haya causas suficientes para hacerla necesaria. 2.- Que haya personas que quieran conspirar. 3.- Que estas personas puedan y sepan hacerlo. 4.- Que, además, estén dispuestos a gestionar posteriormente el cambio conseguido. Y 5.- Que asuman el riesgo de sufrir el cambio en sus propias carnes.
Pedro I
La Ciudad de Carmona encuentra su historia vinculada de manera muy especial a Pedro I, Rey de Castilla desde 1350 a 1369, apodado como “El Justiciero”por unos y como “El Cruel” por otros. La tradición popular ha visto en este monarca un rey justiciero, enemigo de los grandes y defensor de los pequeños. El pueblo recelaba de la nobleza por lo que las venganzas del monarca, que recaían por lo general en aquella clase, a menudo fueron percibidas como legítimos actos de justicia. Por ello, el sentimiento popular representó pronto al monarca con el carácter de justiciero.
A fin de fortalecer la autoridad real, Pedro I limitó los privilegios de la nobleza, cuyo malestar no tardó en cristalizar en forma de revuelta en 1353. Sin embargo, la rebelión de la aristocracia castellana, liderada por su hermanastro Enrique de Trastámara, hijo ilegítimo de Alfonso XI, fue rápidamente sofocada por el monarca, gracias al apoyo de la pequeña nobleza, la burguesía urbana y la comunidad judía, sus principales aliados; Pedro no tardó en conseguir que su hermanastro se le sometiera con las mayores muestras de arrepentimiento. Cuentan que en dos ocasiones perdonó la vida a este hermanastro derrotado en sendos enfrentamientos.
Sin embargo, años después, en 1369, resolvió ir en auxilio de la ciudad de Toledo y en el camino halló a su hermanastro, a quien acompañaba el militar y jefe de mercenarios franceses Beltrán Duguesclín y trabaron combate cerca del castillo de Montiel. Sus tropas, compuestas principalmente por moros y judíos, fueron derrotadas. Se encerró en dicha fortaleza, sitiado en ella por su hermanastro. El francés lo condujo a una tienda en la que se hallaron frente a frente Pedro y Enrique. Corrió el uno contra el otro y abrazados cayeron al suelo, quedando encima Pedro; pero Duguesclín, pronunciando las célebres palabras “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”, cogió del pie a Pedro y le puso debajo. Entonces, Enrique apuñaló el cuerpo de su hermanastro, cortándole luego la cabeza, que fue arrojada al camino, y puso su cuerpo entre dos tablas en las almenas del castillo, que se rindió en el mismo día.
Carmona hubo de padecer el asedio del Trastamara y su lealtad a Pedro I fue severa y miserablemente castigada por este ilegítimo representante de una nobleza a la que tuvo que pagar con “mercedes” los favores recibidos. El término de Carmona fue fragmentado y partes del mismo dieron lugar a otros municipios que surgieron como regalos a los nobles que le ayudaron en aquella guerra civil.
Probablemente, si Pedro I no hubiese perdonado la vida en dos ocasiones a su vencido hermanastro, hoy la historia sería diferente. Sin embargo, cuando el Trastamara tuvo la primera ocasión, contando con la cobarde ayuda del mercenario francés, no dudó en asestarle las puñaladas más traperas de ingratitud a quien, con todos sus defectos y grandes que los tenía, reinaba legítimamente Castilla. Probablemente, el perdón de Pedro I dejó abierta la oportunidad de la venganza, alimentada por rencores fuertes e intereses mezquinos de aquellos nobles. La política de alianzas establecida con la comunidad judía, la pequeña nobleza y los comerciantes, en detrimento de la aristocracia, estaban perfilando un cambio que de culminarse hubiese tenido quizás consecuencias históricas para Castilla y para el mundo. La ambición de un ilegítimo pudo más y el curso de la historia tomó un derrotero que hoy nos hace pensar en las funestas consecuencias de las traiciones; en el caso de Carmona, salimos perdiendo. Esperando estamos aún que la Junta de Andalucía resuelva sobre la pretensión de anexionarse cinco mil hectáreas de Carmona por parte de El Viso del Alcor. Este municipio surgió precisamente en 1444 tras una de estas “mercedes” de Enrique de Trastamara.
El Carnaval prohibido
Cine y futuro
En estos días, Carmona ha sido sede de un festival de cine. Quizás, en vez de “carmonafilmfest”, le debían haber llamado sencillamente festival de cine, pero vete a saber los motivos para bautizarlo con tan rebuscado nombre. Más interesante, eso sí, han salido sus apellidos “documentales de arqueología y patrimonio”, porque pocos habrá que así se llamen y se realicen en ciudades como la nuestra. Pero eso tampoco me importa mucho. Más me estimulan otras interrogantes: ¿otra actividad? ¿otro proyecto?. Porque si se trata de una actividad simplemente, es decir, proyectar unas películas, unos cortos o unos documentales, pues bien, pero eso lo podemos hacer todos los fines de semana…
He asistido al festival en la medida que otras ocupaciones me lo han permitido. No sabía que Pancho Villa había firmado una exclusiva de cine para difundir su revolución, ¡un adelantado!. Me ha hecho reflexionar profundamente ver cómo un niño “inocente” contemplaba morir a un amigo suyo, con el alma fría del futuro psicópata. O cómo, en un patio, una maceta cualquiera hacía justicia sobre la cabeza de un especulador. Muy interesante la denuncia de la destrucción del casco histórico de Bucarest. Ha sido espectacular ver los montajes y mentiras de la guerra de Irak, del golpe de estado en Venezuela, o de la vida cotidiana inmersa en el miedo y la violencia de la gran América. Y verdaderamente impresionante el “sueño de una mujer despierta”, alegato contra el maltrato.
He visto, como todos, en los periódicos o en la Televisión, a Carmen Sevilla, a Romero Marchent y también a personas de Jordania, Alemania, México, Venezuela, Italia, Perú… ¡Cada vez somos más cosmopolitas, patrimonio de todos, esto es de la Humanidad!.
Pero lo que más me ha sorprendido, ha sido ver a los niños delante de una enorme pantalla disfrutando con el cine mudo alemán de Karl Valentin. Estos niños nuestros, próximos mozalbetes que reivindicarán su moto para circular por nuestras calles, con tantos dibujos animados japoneses, juegos de video mortales, y películas de violencia a sus espaldas. Niños que, entre ellos seguramente algunos habrá, al conectar con otro mundo de imágenes y de gestos, de creatividad y expresión, de risa y de nostalgias, sin colorines ni efectos especiales; al entrar en otra dimensión sin gritos ni ruidos estridentes, es posible que hayan sentido en su interior el liviano peso de una semilla, llamada arte, que algún día al florecer, permitirá otra sensibilidad y otra comprensión de la vida, lejana de la guerra y de las agresiones, diferente a la consabida de la competitividad y del impacto. Esos niños puede que, mañana, recuerden el festival como un día distinto, para un concepto distinto también del cine.
Y entonces, Carmona, ciudad del cine, plató natural para directores y artistas, podrá recordar igualmente que inició un proyecto, realmente de película, con un argumento plagado de las mejores intenciones y unos actores, los propios carmonenses, que lograron por la vía de la ficción conseguir lo que la cruda realidad cotidiana de las porras y de las multas no había conseguido. ¡Maravilloso guión!.
Génesis del descontento
Caras y carteles
Caras y carteles
Es posible que, al final, todo quede reducido a una cara en un cartel. Entonces, habremos de procurar la mejor cara, el mejor cartel, en el mejor lugar… Pero tengo para mí que cuando los ciudadanos ven una cara aprecian más que una foto, aunque esté en el mejor cartel y en el mejor lugar.
Una cara es un conjunto vivo, no es una lámina pintada. Cuando se mira la foto, se ve la cara, y, además, la trayectoria, los hechos y hasta las intenciones. Por eso es absurdo basar en un lugar o en un cartel la confianza de los ciudadanos y, al mismo tiempo, también es importante el cartel pues hay que saber quién es el sujeto que nos reclama su voto; ya nos encargaremos nosotros de despojarle del maquillaje y de los elementos artificiales o farisaicos que compusieron su gesto al posar. Quiero decir, pues, que un cartel es importante también por lo que no se ve, por lo que no muestra y que nosotros adivinamos porque preguntamos o sabemos del personaje fuera del cartel, esto es, de su vida misma y de sus realidades desnudas.
En Carmona, comenzada la campaña electoral, ya tenemos los carteles en exposición. Es cierto que algunos llevan meses, incluso circulando por las calles. Más cierto es que sus rostros, en algunos casos, llevan años haciendo acto de presencia. Sea en farolas o colgados en cables de sevillana, cuando los vemos al pasar los reconocemos y pensamos que esos dirigentes pueden ser buenos alcaldes o llevar Carmona al desastre. Y esa oportunidad es única, lo que hagamos con nuestro voto es responsabilidad nuestra y luego no vale quejarse. Uno de esos carteles será el rostro que gobierne la ciudad, que aparezca en los actos públicos, presidiendo los plenos, representando Carmona en el mundo y atendiendo las múltiples problemáticas que tenemos cada día. Una de esas fotos, pero ya de carne y hueso, bajará de la farola o del cable eléctrico para aterrizar en el sillón de la alcaldía y ahí ya no vale la postura hierática, congelada o de sonrisa permanente del cartel, ahí hemos de ver la mirada real, la capacidad, el temple, la dedicación, la imaginación, la paciencia, la honradez, la resistencia y otras múltiples cualidades que exigimos a nuestros gobernantes.
Por eso, al ver estos días los carteles que nos saludan, bamboleados por el viento pero fijados a sus colgaduras, como si con esa sonrisa permanente y con ese movimiento pendular nos llamasen a la complicidad del voto, al verlos así, tan distantes y cercanos al mismo tiempo, podemos caer en la tentación de considerarlos con esa simpatía inocente que nos sugieren los farolillos de las casetas de feria, sin darnos cuenta que esos paneles o cartulinas que están sobre nuestras cabezas pueden ser tan efímeros como las hojas del otoño, dispersadas por el viento, o tan mortales como finas cuchillas que se atraviesen por nuestro cuello, decapitando muchas de las esperanzas que alimentan nuestras mentes o muchas de las posibilidades futuras que tiene nuestra Ciudad. Y esta metáfora que parece una exageración puede tener su dimensión real cuando recordamos, por ejemplo, cuál fue el cartel que dispuso la construcción del edificio de la Plaza de San Fernando que guillotinó la coherencia su conjunto monumental; o cuál sería la foto representativa del responsable de un cable de alta tensión atravesando una barriada, serrando su expansión. O de dónde colgaría la foto de aquél que por su inoperancia cortó las posibilidades de desarrollo económico, permitiendo que empresas o industrias se alejasen de Carmona para ubicarse en otros lugares… Estoy seguro de que ya no recordaremos sus carteles, pero sí sus rostros. Esta es la línea argumental: el cartel pasó, pero queda el rostro real, la persona. Y, por tanto, en cualquier campaña, bienvenidos sean los carteles que nos recuerdan aumentados de tamaño que la decisión que tomemos con nuestro voto, con el tiempo, nos será devuelta también aumentada de tamaño en forma de realidad, a veces, y esto es lo peor, irreversible, sin posibilidad de recuperar lo perdido. Pensemos que esos carteles nos están diciendo ya que son sólo de papel y miremos, mejor que la simbología y el colorido que irá desvaneciéndose con los días, los rostros de carne y hueso, quizás menos agraciados y sin maquillaje, más ásperos y menos sonrientes que los del cartel, pero más auténticos. Y mirándolos como son de verdad, decidamos.
Las groseras mentiras
Ha comenzado el candidato del PP su campaña en Carmona disparando como Billy el Niño, a todo lo que se mueve. Es el acto reflejo propio de la inmadurez política, del miedo que surge de la inseguridad personal. En las diatribas publicitadas para la lectura del vecindario no tiene recato en utilizar los insultos más soeces contra el alcalde, seguramente porque carece de argumentos. Y, cómo no, las mentiras más groseras con tal de, iluso él, desgastar al adversario con el arma del infundio. Porque esos procedimientos chocarreros acaban irremediablemente dañando a quienes los utilizan.
Pongamos unas muestras, lean: “... nuestro alcalde lleva tres años largos de legislatura... ninguneando, vejando y hundiendo a los jóvenes de Carmona...” Perfecto, expresiones utilizadas por el candidato del PP para referirse lógicamente a los programas de formación y empleo, escuelas taller y a los empleos generados en el polígono industrial. O a las instalaciones deportivas o educativas que el ayuntamiento ha conseguido realizar, a pesar de las dificultades que todos conocemos. Es el reflejo de la educación obtenida y tan bien descrita en esa obra de teatro, “el florido pensil”, la que termina provocando estas anormales expresiones que, desgraciadamente, han de soportar los demás con la mayor de las paciencias. Ocultando, al mismo tiempo, las auténticas causas que están detrás de la problemática del desempleo, la precariedad y la falta de perspectivas que tiene la juventud... ya lo dijimos.
Resulta que un periodista ha venido también a exagerar los datos obtenidos por un estudio realizado por el ayuntamiento para prevenir los factores de riesgo de las enfermedades del corazón. Y han salido titulares excesivamente llamativos que hasta rozan la incredulidad misma... “Carmona, un pueblo entero a dieta porque tiene los niños más gordos de España”... Y, a pesar de que tanto el alcalde como el mismo equipo de cardiólogos que ha realizado la investigación sobre los datos obtenidos en tal estudio han aclarado una y otra vez, ante todos los medios de comunicación que refirieron la noticia, que dichos datos reflejan unas tasas prácticamente normales de nuestros niños en comparación con los de otras regiones, a pesar de todo eso... ¿saben ustedes qué expresiones aparecen y son utilizadas por este candidato del PP?, estas: “...ya conocemos todos el afán del alcalde por darse publicidad, por salir en televisión o en prensa aunque sea para decir que tenemos los niños más gordos...” O sea, justamente lo contrario de la verdad, es decir, una grosera mentira. A ver dónde hay una sola declaración del alcalde o del equipo de cardiólogos diciendo que en Carmona están los niños más gordos... Atribuir lo dicho equivocadamente por otro a una tercera persona con el afán exclusivo de dañarle o perjudicarle ¿cómo se llama? ¿Se llama por casualidad ética? ¿Se llama por casualidad honestidad?.
Y esas son las cosas que justifican luego la politiquería barata, la de la voz rumorosa o plagada de rumorología, la que termina desilusionando a la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas que están hartos de oír tantas mentiras. Ya están cansados de soportar la vanidad personal de aquellos que por llamar la atención a costa de lo que sea, terminan crispando y envileciendo las relaciones sociales. No podemos permitir que la política bien entendida, es decir, la actividad humana que tiene una perspectiva comunitaria o para la ciudad, sea sustituida por la basura en la creencia de que “ensucia que algo queda”.
Y es que, al final, se impone la razón y quedan como efímeras esas apreciaciones de mal gusto basadas exclusivamente en las descalificaciones sin más. La política, y más aún en ciudades donde todos nos conocemos, requiere por quienes la practican al menos una dosis de respeto y de ética que en este inicio de campaña no se aprecian en el candidato del PP. La guerra sucia no se justifica, ni siquiera con el fin legítimo de descabalgar al adversario en la competición.
Porque hay dos motivos muy sencillos que pueden servir incluso como consejos: Uno, que en el camino todos nos encontramos y difícilmente quien siembra tormenta no recoge tempestades. Y dos, que si golpeamos y volvemos a golpear, aunque sea semánticamente, luego no podemos quejarnos de recibir la alícuota respuesta a lo que hemos provocado.
Paso al Peatón
Hemos tenido en estos días una leve polémica por la peatonalización de una parte de la Plaza del Palenque. El Ayuntamiento, más bien su gobierno municipal pues la oposición ha estado falta de reflejos como si estuviera a verlas venir, ha tomado la iniciativa de presentar Carmona ante la UNESCO como Ciudad Patrimonio de la Humanidad con todas las consecuencias, es decir, quiere ir más allá de la simple solicitud a los organismos correspondientes y ha considerado esencial comenzar dando ejemplo en la propia casa para demostrar que el proyecto conlleva además un compromiso institucional y social en todas sus dimensiones urbanísticas, de conservación y rehabilitación de su patrimonio y de primacía de lo cultural sobre otras cuestiones enfrentadas como, por ejemplo, el tráfico… Por cierto, ha sido una sorpresa ver a la Delegada de Cultura de la Junta de Andalucía en el acto de presentación del Foro “Carmona Patrimonio de la Humanidad”, así como las declaraciones del alcalde donde manifiesta el apoyo y la felicitación del propio Presidente D. Manuel Chaves a esta propuesta, lo que habremos de entender como una superación de las presuntas reticencias que decían que la Consejera de Cultura había manifestado a nuestra candidatura.
Pero continuando con el tema, y dejando a un lado la enorme difusión que en los medios ha tenido Carmona por su apuesta así como las adhesiones de enorme valía que se están produciendo, quisiera hacer un planteamiento austero sobre el tema de la peatonalización, con declaración o no de la UNESCO. O sea, sobre el peatón. Cuando vamos en nuestro vehículo, el peatón es ese individuo molesto que tiene la temeridad de cruzar la calle justo en el momento más inoportuno y peligroso. A veces, incluso, tiene el enorme descaro de menospreciar su propia vida, siendo nosotros precisamente los que hemos de evitarle un atropello que provocadoramente viene buscando. Ese peatón no comprende que pagamos el impuesto de circulación de vehículos para ejercer un derecho que no es otro que llegar al lugar que buscamos lo más cerca posible, si fuese factible hasta dentro de la propia tienda o del bar al que nos dirigimos. Cuando vamos caminando, sin embargo, vemos al conductor como un ser endemoniado que se siente el dueño de la calle, sin respetar ni las señales existentes ni las circunstancias propias de los ancianos o de los niños que concurren por la vía pública. Vía pública, por cierto, que se hizo antes para las personas, después (o al mismo tiempo) para los animales y, finalmente, para los automóviles; no confundamos, por favor, quiénes llegaron primero…
Evidentemente, hay muchos intereses y ha de buscarse un equilibrio. Los ciudadanos esperan que se tengan en cuenta todas las opiniones. Sin embargo, nadie pone limitación al número de vehículos que una ciudad puede soportar realmente en función de sus dimensiones. Es decir, hay que tomar decisiones, porque la espiral ascendente del parque de automóviles es interminable. Y, por pura lógica, ha de llegar un momento en el que físicamente no quepan más coches. Pues bien, ese momento prácticamente ha llegado ya.
Todos somos al mismo tiempo peatones y conductores; si no todos, la mayoría. Tenemos esa doble alma, esa doble personalidad que nos empuja a comportamientos contradictorios. Por eso, en este debate, que será recurrente, tendremos que preguntarnos: ¿Qué modelo de ciudad queremos?, ¿preferimos la ciudad densa, cargada de vehículos, o estamos dispuestos a sacrificar un poco de nuestra parte y caminar algunos minutos?
Olavide en Carmona
Habíamos dejado a Balboa, tras sus famosas andanadas contra la escultura y contra el PGOU, negándose al geriátrico de TerraMagna, iniciada su campaña como Rey en Guadajoz y, finalmente, elegido para candidato entre la polémica y la frustración de los llamados renovadores. Lo habíamos dejado con esos pelos, cuando, de pronto, inexplicablemente, sin decir por qué, ha cambiado su mensaje electoral y ha pasado de “Bueno para Carmona” a otro lema, precisamente el utilizado para su campaña interna por su contrincante Agustín Guisado, “Otra forma de ser, otra forma de hacer las cosas” … y aparece maquillado salvajemente con mantequilla más que con cremas en un cartel, en mangas de camisa, mostrando su brazo sin reloj, como quien ha perdido el norte y no sabe ni el día ni la hora… Los carmonenses se regocijan con el espectáculo.
Habíamos vislumbrado la cabeza de lista del PP, Mª José Rodríguez Gavira, mirando al cielo por no ver los cadáveres políticos del PP, aquellos tránsfugas de antaño, los sucesivos presidentes dimitidos y las gestoras desmanteladas, y en ese éxtasis de contemplación mortuorio-política, con la guerra al fondo como argumento insostenible, buscando sus acompañantes de lista, que la suerte les acompañe… Y los carmonenses sin mostrar interés en enterarse.
Habíamos contemplado al candidato del PA, acompañado de una pléyade de visueños, justo cuando ya hasta la Junta está descalificando la apropiación del término de Carmona que estos colinderos pretenden, explicar sus teorías políticas, pero sin mostrar sus prácticas urbanísticas ni sus pretensiones reales… Y los carmonenses indiferentes.
Y habíamos percibido esa aproximación al límite de los plazos con Sebastián deshojando una margarita que, a vista de todos, ya está más que deshojada, o sea, que tiene que presentarse por más vueltas que quiera darle al tema… y aún no sabemos sus compañías cuales serán, a ver si entre el zoo y los pregoneros del carnaval vamos a llevarnos alguna sorpresa más, a la vista del panorama tan aburrido que tenemos en la política local. Y los carmonenses animándole a caminar hacia el precipicio.
Y en esto llega Olavide a Carmona.
Olavide pasó seguramente muchas veces por aquí y no dejó huellas sustanciales de relevancia ni escritos o comentarios sobre esta Ciudad. Quizás pasó de largo y no quiso entrar en profundidades, o quizás sus misiones estaban más destinadas a sembrar futuros pueblos con asentamientos formados por propios y extraños que a meter las narices en ciudades consolidadas donde la Inquisición ya tenía el control de la población bastante desarrollado. Es posible que el entramado social y de poder existente fueran razones más que suficientes para que Olavide intuyese que era más práctico dedicar el tiempo a la colonización de la Sierra Morena que a observar el sin fin de batallas perdidas desde el promontorio del Picacho. Y que, por ello, delegara o confiara ciertas cuestiones relevantes en el carmonense, beneficiado de San Bartolomé, Cándido María Trigueros.
Olavide traía en cartera muchos proyectos que fueron germen de realidades actuales y que en aquellos tiempos seguramente fueron considerados tan irreales para algunos como provocadores para otros. Pero lo cierto y verdad es que fue “un hombre que intentó renovar su país de acuerdo con las nuevas ideas y a quien la Inquisición, símbolo de oscurantismo, condenó por ello”. Un hombre que “se rebeló contra las supersticiones, contra las manifestaciones irracionales del culto, contra la hipocresía de muchos creyentes, contra la corrupción e inmoralidad del clero, pero que albergaba en su alma sentimientos religiosos muy profundos” Llegó a decir: “aun cuando fuera posible demostrar que no existe ninguna religión revelada, sería menester respetar el Evangelio como el mejor libro que ha caído en las manos de los hombres.” Y escribió : “Yo, Señor, cantaré tus alabanzas,/Y te consagraré de cada día/ La primera hora, para dar las gracias/ A tus misericordias infinitas…” Y sin embargo, por leer a Voltaire, por mantener la capacidad crítica, por comprometerse con la realidad para transformarla, fue declarado hereje y condenado a confiscación de bienes, inhabilitación para el ejercicio de cargos públicos, destierro perpetuo de la Corte y ocho años de reclusión en un convento...
Hoy son otros tiempos… Pero persisten, de otra manera, otros poderes intocables, quizás más que la religión, el dinero, la inercia de las cosas, el clientelismo de los votos o las cadenas de televisión. Y quizás Olavide, en Carmona, traiga aquel vendaval de regeneración ilustrada que pasó por aquí sin pararse y que dejó nuestra Ciudad tan anclada en el pasado por tantos siglos… Me lo imagino hoy, en Casa Amparo, tomando el último ron de la noche, dialogando y haciendo propuestas para transformar Carmona; recitando aquel poema de Trigueros en los Menestrales: “No hay más noble que el que es buen ciudadano/ y el que más útil es, es el más noble…”. Espero que nuestra inquisición particular no lo vuelva a condenar, como a tantos otros.
Limpiando culos
Cuarenta y tres años llevan en Carmona las Hermanitas de los Ancianos Desamparados ejerciendo su compromiso religioso en el Asilo de la Santa Caridad. Son muchas personas las que han sido testigos de una labor callada, ajena a la propaganda del estado del bienestar, consistente en algo tan cotidiano como asistir a los ancianos. En esas décadas, independientemente del color del gobierno local o del estado, una serie de monjas han vivido el desgaste humano que supone esa relación elemental con una población llena de carencias y desprovista casi siempre de autonomía personal. Y en verdad ese gigantesco trasiego de cuidados ha pasado casi desapercibido.
Ahora, con un sigilo que alarma a las conciencias, están haciendo las maletas para irse de Carmona. Han quedado menos para tanta tarea y están reagrupando sus efectivos. El anonimato cubre el rostro de la indiferencia tantas veces que no sabemos si es la ignorancia o la indolencia lo que domina nuestros actos; la ingratitud se convierte así en la dueña de los adioses. Por eso, en estos días en los que van menguando las monjas de Santa Teresa de Jornet en Carmona, como un atardecer que concluirá sin despedida, convendría decir cuatro cosas al respecto.
“Parientes y trastos viejos, pocos y lejos”, sería la primera. Así es como nuestro refranero viene a sentenciar la verdadera intención que subyace en la mayoría de los seres humanos de nuestro tiempo a la hora de mostrar el cuidado que quisiéramos dar a los ancianos. En la medida que crece la insolidaridad y se hacen más patentes los valores del individualismo y la competitividad, los seres más vulnerables van siendo relegados a espacios marginales. Mientras otras culturas consagran el valor de la ancianidad, la nuestra ha generado un sistema de protección que va deshumanizándose progresivamente. En estos tiempos, además, el envejecimiento ha aumentado progresivamente gracias a los avances de la ciencia y a la calidad de vida en esta parte del mundo; pero, paradójicamente, ese incremento ha añadido un nuevo factor que proyecta más aún esa deshumanización, es la masificación de los centros, el menor número de hijos que antaño, las mayores posibilidades terapéuticas y el consecuente abuso tecnológico que a veces se ensaña con las criaturas para prolongar inútilmente sus vidas. Y, en cambio, sin lazos familiares ni obligaciones institucionales, ahí están esas manos tendidas que llevan la cuchara o la manopla del norte al sur del sufrido cuerpo. Es el primer mérito social: situarse precisamente en el campo de los necesitados, de los indefensos.
Segunda cosa. Podremos creer en los santos o en los espíritus, en las imágenes divinizadas, incluso en Dios o en la nada, es libre el pensamiento y la libertad es un bien irrenunciable. Pero ¿quién conoce el olor del vómito, del sudor, de las heces? Podremos hacer un esfuerzo por ser amables con todo el mundo, pero cuando abierta la entrepierna nos llega hasta el centro del olfato el hedor más nauseabundo de la misma mierda, cuando lo más intimo se muestra así tan desnudo y lleno de la miseria que conforma nuestro ser, cuando apreciamos nuestra incapacidad para reconocer nuestras propias debilidades, cuando efectivamente ya nos damos cuenta que tarde o temprano no seremos nadie... entonces quizás seamos más personas simplemente porque recibimos la bendición y el frescor de la higiene corporal. He ahí la fortaleza más consistente: la que es capaz de hundirse en el barro humano desde la libre convicción.
Un tercer pensamiento. Igual que en la bajamar descubrimos miles de objetos que llegaron a la costa escupidos desde el vientre del océano, en los geriátricos, en los asilos, no sólo hay viejos. Hay mucho más. Hay un mundo de silencios y olvidos, de postreras desgracias y de agravios finiquitados que sitúan la atmósfera del ser en el último borde de la existencia. Hay una palabra llamada imposible que resuena ante los lamentos. Hay un tatuaje con el nombre de soledad grabado en la retina de los ojos que arrastran miradas perdidas. Hay una penumbra espesa que duerme dentro de cada sueño. He ahí el reto más duro: el desgaste del vértigo cotidiano que viene ante cada fracaso, vestido de féretro o simplemente de ausencia.
Y como son cuatro cosas, igual que cuatro las sevillanas y los puntos cardinales, la cuarta es así de sencilla: Gracias, hermanas.
Violencia de género
En estos días asistimos a la denuncia colectiva, reiterada y consistente, de la violencia llamada doméstica; o sea, la que ejercen con los malos tratos o las agresiones mayormente los hombres hacia las mujeres. Han sido cerca de 70 mujeres víctimas en lo que va de año, más que cualquier plaga terrorista. La palabra doméstica encierra una paradoja en su significado que puede reducir la dimensión real del problema, pues también existe la misma violencia en el trabajo o en la calle. Sin embargo, al poner el énfasis precisamente en el ámbito más estricto del hogar, que es donde más silencios y complicidades se dan para ocultar esta auténtica epidemia, se está llamando la atención especialmente a quienes, para argumentar o justificar las denuncias que no llegan a formularse, acuden a la privacidad o a la intimidad como marco de relaciones que no deben ser objeto de intromisión pública. Gran error. Cerca del 70 por ciento de las fallecidas por este tipo de violencia no llegaron, previamente, a denunciar los malos tratos recibidos. Estamos ante la punta del iceberg, sólo ante un porcentaje mínimo de la realidad. Por ello, son necesarios todos los esfuerzos, personales y públicos, para erradicar esta situación injusta e intolerable. Y por eso, desde las administraciones, han de mejorarse los procedimientos de atención e intervención, agilizándose las órdenes de alejamiento de los maltratadores, personándose en su caso como acusaciones públicas, disponiendo de recursos para la acogida, el asesoramiento y el apoyo a las víctimas, facilitándoles medios suficientes para que ellas no se encuentren en ese desamparo, en esa soledad y en esa angustia que se convierten en causa de desistimiento de las denuncias.
Los hombres, por su parte, han de pasar de la postura que la mayoría tienen de simples espectadores ante este problema, a la de defensores activos de las políticas de igualdad. Junto a una mujer maltratada puede estar cerca un hombre no precisamente maltratador: su padre, su hermano, su amigo… También deben denunciar. Los hombres no deben sentirse invadidos en sus dominios o perjudicados sus intereses por políticas de igualdad que han conquistado las mujeres. Antes al contrario, deben gozar de esas inmensas posibilidades que la igualdad ofrece a todo el que las conquista y está dispuesto a compartirlas. Así se hizo la revolución sexual para uso y disfrute de millones de personas.
La violencia es la expresión más dura del fracaso en el diálogo y en la comunicación entre las personas, de la incapacidad para controlar las propias emociones y de la falta de respeto a los derechos de los demás. Hoy se extiende a todos los ámbitos sociales de una manera más o menos evidente. Crispación, conflicto y, al final, violencia… en las aulas, en los actos vandálicos en las calles, entre compañeros… entre países. Contra la violencia, los mejores antídotos son la tolerancia, la educación en la igualdad, la convivencia pacifica y también, por qué no decirlo, la capacidad de relativizar un poco los problemas que nos angustian, quitando vísceras a los planteamientos. Contra esa violencia doméstica, también, hay que quitar bastante alcohol del consumo diario, para que la mente se despeje y no quede cegada. Y contra la violencia global, también, hace falta más justicia y menos desigualdades.
Pero, ante la violencia de género, como hecho cierto, como realidad palpable, hay que denunciar. Es la mejor manera de ser solidarios con nosotros mismos.
El Viso nos quiso
El Viso nos quiso Voy a comentar una de las cosas que no se han dicho cuando ha surgido el debate sobre los deseos del Viso del Alcor de adjudicarse cinco mil hectáreas del término de Carmona, y que, a mi juicio, es quizás la más importante. Y es la más importante porque explica, aunque sea desde la sociología profunda que mueve a los pueblos, las razones reales de esa pretensión, la extensión solicitada y las claves para sugerir salidas de futuro. Repasando algunas notas sobre el acuerdo municipal que origina esta reclamación aparece algo sorprendente, dentro de los antecedentes históricos que pretenden justificarla. Y cito textualmente: “… en la Sesión Plenaria del 15 de enero de 1972, se da lectura de una carta del Alcalde de Mairena del Alcor, donde certifica el acuerdo adoptado por aquel Ayuntamiento en relación a la propuesta de fusión de los dos municipios. Se reconoce que es de preveer la unión en el futuro, pero no obstante parece conveniente y necesario realizar una paciente labor de mentalización respecto de los vecinos de aquella población, e ir realizando una serie de actuaciones municipales en forma conjunta. Se acuerda por unanimidad proseguir las gestiones encaminadas a dicha fusión, previa la labor de propaganda y mentalización que se propone en el vecino municipio…” Curiosamente, esto se ha pasado por alto a quienes han intervenido en la polémica. Resulta que cuando todos los visueños, como quien mira la cometa inclinada que vuela por el cielo, giran su rostro hacia Carmona, aparece entonces una discusión, no excesivamente crispada, que denota realmente algo que se sale de lo cotidiano. Porque lo cotidiano para El Viso del Alcor es realmente Mairena del Alcor. Y tanto es así que, en el mismo acuerdo plenario, para justificar que han de ser, en esta ocasión, cinco mil las hectáreas interesadas, y no otra cifra, se dice literalmente: “…El deseo de ampliar el término no es nuevo, ya en 1.925 el Ayuntamiento de El Viso de Alcor recogiendo la voluntad de nuevos vecinos instruyó un expediente con esa finalidad ….por lo que se solicitaba ampliar el término municipal de El Viso del Alcor en 10.525 hectáreas a segregar del Término Municipal de Carmona. Un criterio mas realista nos lleva 75 años después a reducir a la mitad la superficie solicitada para igualar la superficie que el término municipal de Mairena del Alcor obtuvo en el siglo XV.” He aquí la clave, señoras y señores. El Viso, en su afán expansionista, realmente tiene la humildad de mostrar públicamente un complejo no superado que le lleva a conformarse con la misma extensión que tiene Mairena del Alcor. ¿Por qué?. A mi entender, El Viso y Mairena son hijos de Carmona, nacidos de procesos históricos diferentes. Según nos dice el profesor D. Manuel González, en el caso de Mairena hacia 1342, por parte de Alfonso XI y en reconocimiento a su participación en la batalla del Salado en 1340 y como concesión a Don Pedro Ponce de León. En el caso de El Viso, en 1371, por parte de Enrique II, tras una cruenta guerra civil con su hermanastro el rey legítimo Pedro I, y con litigios que llegaron hasta 1444. El Viso, pues, es el hermano menor, nacido del conflicto interno y agraviado en el trato recibido, en comparación con Mairena. El Viso es el hermano pequeño que desea ser querido por su madre, por Carmona. El Viso no es enemigo de Carmona, es alguien que reclama el cariño que compense el mal trato recibido en su infancia. El Viso de quien tiene celos y a quien considera su rival es a Mairena, y eso es histórico, porque son hermanos cercanos que disfrutan de herencias desiguales, y eso duele. Al Viso hay que tenderle la mano y abrazarle, hay que quererle como él nos quiere a nosotros, porque ese gesto de reivindicación es sólo una llamada de atención para recuperar un amor nunca colmado. Y ahora que estamos en el tercer milenio y lo que realmente vale es la capacidad de aunar esfuerzos y de emprender proyectos comunes, Carmona, además de defender su término histórico que es lo que debe hacer, tiene que ser capaz de ganarse al Viso del Alcor para un proyecto de Comarca que sea capaz de aglutinar a todos los pueblos que hace siglos formaban parte de su identidad: Mairena, La Campana, El Viso, Fuentes… Y Carmona puede hacerlo, porque como dice textualmente El Viso en su acuerdo municipal. “…Carmona cuenta con una densa red de comunicaciones, ya que numerosas carreteras de nivel nacional, regional y provincial cruzan su término formando una malla radial y otra malla periférica. La red radial comunica el núcleo de población de Carmona en nueve direcciones que conducen a Madrid, Lora del Rio, Tocina, Brenes, Sevilla, El Viso del Alcor, El Arahal, Marchena y Fuentes de Andalucía…” Nuestro futuro mejor aliado, El Viso, nos lo dice con claridad. ¿A qué esperamos?. |
Violencia juvenil
Aparecen en los medios, y también en nuestro entorno más próximo, noticias salpicadas que refieren esas aristas que hieren la sensibilidad más por lo que imaginamos que por su propia entidad. Pues a nadie, a estas alturas, le sorprendería que un acto de violencia apareciese por los espacios más cercanos, acostumbrados como estamos a convivir con los desastres y los dramas más brutales del día a día, en las guerras y en las penurias, difundidas en imágenes reales aterrizando en nuestra propia mesa.
Sin embargo, late de manera muy especial y sibilina un hilo de preocupación que va enrollándose en nuestra conciencia asfixiándola por instantes. Cuando jóvenes amenazan y sacan la navaja, y en una vulgar reyerta la sangre corre derramada, nuestros ojos no salen del asombro porque, de pronto, quedan removidas muchas certezas y caen al vacío sólidas estructuras en las que habíamos confiado.
Salta, en primer lugar, y hecho pedazos, un sistema educativo que se había diseñado para promover la integración, la solidaridad y otros tantos valores positivos. Éstos, por momentos, quedan relegados a un susurro de orientación frente a un tornado visceral, empujado por el alcohol y tantas dependencias, que ciega el alma joven para acuchillar y golpear a un hermano desconocido.
Y, entre los ladrillos pulverizados del Colegio que quiso alumbrar conocimiento, aparece una pregunta a la que nadie quiere responder: ¿dónde están los padres? Quizás encontremos a la madre, pero será casi imposible vislumbrar la presencia del padre. Presentaron la dimisión hace tiempo, cuando ya se vieron impotentes para contrarrestar los efectos de una televisión basura, de un consumismo desmedido, de tantas ofertas lúdicas ligadas a valores insanos como la competitividad, el dinero, o la misma violencia plasmada en la pantalla del video juego.
Pero no sólo esa pregunta atravesará el pensamiento. Seguramente comprenderemos que han quedado desbordados el profesorado y los progenitores, que han ganado la batalla los sistemas audiovisuales arrojando la lectura y la reflexión a otras latitudes y que, en realidad, aquellos valores del respeto y la tolerancia van en pendiente hacia el vertedero universal de las buenas intenciones. Y posiblemente sospechemos que la principal escuela, es decir la misma calle, de la que todos formamos parte, también ha dado sus lecciones magistrales de ingratitud e hipocresía.
Entonces, resignados a no exigir más y mejor educación, rendidos ante el poderío de los valores imperantes contra los que en un tiempo luchábamos, dimitidos como tutores de los hijos, con las manos en los bolsillos renunciando incluso a dar un ejemplo en la calle como personas... Entonces miraremos los uniformes y creeremos que con más policías solucionaremos el problema; más policías, más patrullas, más armamento, más castigo, más cárceles y más condenas. Y así, perplejos ante el desfile de tantos policías que han venido en ese sueño a proteger nuestra seguridad y a garantizar el orden justo y libre que anhelamos, en esa circunstancia de asombro, de manera sorpresiva, un tremendo ruido nos sacará del sopor: son decenas de artefactos sonoros manipulados por policías haciendo mucho más ruido que todos aquellos jóvenes con sus motos sin tubos de escape, son los propios policías con camisetas insultando a los representantes democráticos, son los guardianes del orden requiriendo más dinero... son los que esperábamos cuando nos dimos por vencidos. Son nuestros jóvenes hijos, que salieron de una “play station” para decirnos lo que quieren.
Sor Ángela y sus hermanas
No se extrañen ustedes que dedique, terminando el año 2004, unas líneas a Sor Ángela de la Cruz. Puede que Carmona lleve en sus calles escritas las humildes y silenciosas pisadas de unas mujeres que se han hecho nuestras a base de darlo todo sin pedir para ellas nada a cambio; pero aún quedan sueltos los ecos de la canonización y de los proyectos para plasmar en un espacio un recuerdo y un reconocimiento que siguen sin hacerse realidad.
El que esté libre de culpa que tire la primera piedra, pero con la misma nostalgia que Juan Grande un día, caminito de Marchena, dijo adiós a Carmona para encontrar un lugar donde ejercer la solidaridad con su prójimo más cercano, las hermanas del convento de la Concepción están a punto también de despedirse en el sigilo del olvido y con el peso de la melancolía para tomar caminito del Aljarafe y desde allí continuar rezando, seguramente por muchos de los carmonenses que ni siquiera han pensado en hacerle un acto de despedida, como hermanas que son. De la misma manera que Salud Orellana quizás vea por fin su capilla, su torre mirador y su tejados rehabilitados, alguien debe reivindicar su memoria llena de inteligencia y de saber hacer... aquí, en Carmona, con todas las hermandades y cofradías y con los vecinos que la hubiesen conocido, desde Santa Clara y como franciscana.
Cualquiera diría que Juan Corbones va a emprender una cruzada en defensa del clero en los comienzos del tercer milenio en la España laica. También podría decirse, por el contrario, que va lanzando dardos envenenados a cuantos en el rezo y en las procesiones se santiguan e imploran por su salud y sus perentorias necesidades, olvidando a quienes, de manera anónima, han lanzado a la atmósfera común del pensamiento oraciones o deseos de bien para todos, por no decir a quienes han limpiado culos llenos de mierda y amortajado muertos en la cama. Todo cabe en el libre pensamiento. Pero lo cierto y verdad es que, por encima de las creencias particulares, está la justicia. Y no es justo que Sor Ángela quede como asignatura pendiente de una Comisión que nadie sabe lo que piensa o le dejan hacer, y que, mientras tanto, un hueco espere ser cubierto por un proyecto que ha de ser el mejor que la Ciudad pueda ofrecer a las Hermanas de la Cruz, incluso al margen de sus propias peticiones, que por natural pobreza y humildad siempre serán tan austeras e ínfimas que la razón de las cosas de hoy podría calificar de muy inferiores a la calidad que todos piensan que se merece nuestra santa y sus hermanas por sus obras.
Queda así planteado para que quienes recojan el guante, o se sientan aludidos, reaccionen debidamente, dando lugar a que la sociedad civil carmonense sea la protagonista de la acción de gratitud, por encima de las autoridades eclesiales, pues baste recordar que la propia Ángeles Guerrero González hubo de fundar su propio convento porque no pudo entrar por motivos de salud en las Carmelitas Descalzas y poco duró en las hijas de la Caridad, decidiendo, por ella misma, tras sus experiencias en la oleada de cólera que azotó Sevilla en 1865, ocuparse de los “desechos de la humanidad”, familias hacinadas en los corrales de vecindad, con aquella frase “ya que le ha fallado ser monja en el convento, será monja fuera”... Pues desde “afuera” ha de salir el latido de amor a ella, a sus hermanas, a las concepcionistas franciscanas en una digna y clamorosa despedida para que vuelvan y a la madre Salud Orellana. Porque “afuera” estamos todos, incluida la propia Iglesia, que como decía San Pablo en su epístola a los atenienses. “El Dios que hizo al mundo y a cuantas cosas hay en él, y que, siendo Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos fabricados por la mano del hombre, puesto que en Él vivimos, somos y nos movemos, como muchos de vuestros poetas han dicho”.